Los constructores de Fernand Léger
Fernand Léger (1881 – 1955) fue un pintor de las primeras vanguardias europeas, que aunque comenzó como un artista seguidor del Cubismo fue evolucionando hacia un arte de lo más personal, creando un nuevo lenguaje figurativo. Una propuesta como decimos muy individual, y que sin embargo tiene una apariencia bastante maquinal, y cuyos rasgos más definitorios son sus contornos duros y la acentuación mediante el dibujo de los volúmenes. Algo que se puede comprender como una evolución de su particular cubismo, que acabó por convertirse en una estética que los estudiosos han llamado en ciertas ocasiones como “tubismo”. Y un buen ejemplo de ello es esta obra de Los constructores que realizó en el año 1950.
No obstante, no hay que pensar que el arte de Léger se mueve solo en un plano estético. En absoluto, él era un convencido de que el arte debía estar ligado a la realidad social de su tiempo. Y en su caso se trata de una sociedad industrial y urbana, en la que le concede una enorme importancia a la máquina.
De hecho, vemos que por momentos a los obreros de esta escena nos los presenta como muy estáticos y sin expresión alguna. Es decir, con actitudes muy mecánicas y propias de las máquinas. Pero son hombres que están construyendo los engranajes rígidos de una arquitectura metálica que han de dominar.
Como fondo se ve el azul intenso del cielo, salpicado por algunas nubes, pero sin variación tonal en ese azul. Ese azul se recorta por las líneas rectas de las vigas, escaleras y estructuras que se están construyendo, las cuales van combinando los colores blancos, ocres, negros o amarillos. Hasta aquí todo son masas de color plano, pero al llegar a los trabajadores aparecen ciertos clarosocuros. Y lo curioso es que ese claroscuro no responde a ningún foco evidente de luz.
En ellos la plasticidad y el volumen se consigue con esas variaciones de grises y marrones, pero también con el dibujo característico de Léger.
Todo ello se contempla y se pinta desde un punto de vista totalmente frontal, algo que le da un claro efecto de rotundidad y monumentalidad a la escena. Es decir, adquiere ese trabajo un tono de símbolo. Algo que todavía se comprende más cuando sabemos que durante varios años de su vida, el pintor dedicó distinas obras a este tipo de escenas de “constructores”. E incluso dejó por escrito diferentes pasajes en verso en los que aclamaba con admiración a esos trabajadores, que pensaba que tarde o temprano lograrían que las máquinas trabajaran para ellos y no al revés.