Los ojos cerrados de Odilon Redon
Este lienzo de 1890 titulado Los ojos cerrados y expuesto en el Museo de Orsay de París es una de las obras maestras de Odilon Redon, sin duda alguna, uno de los mayores representantes del arte simbolista de finales del siglo XIX.
El Realismo había imperado en el arte de gran parte de esa centuria. Luego habían surgido las propuestas impresionistas y sus variaciones postimpresionistas, pero lo cierto es que el arte más académico seguía muy vigente, y el realismo era quien inspiraba esa tendencia. Así que cualquier corriente que aparecía trataba de enfrentarse a él. Y de esta manera surgió el Simbolismo.
Un movimiento que estéticamente podía tener su base en las formas reales, pero pretendía ir más allá. Buscaba algo oculto, unos misterios que se convirtieron en auténticos tormentos para los artistas más introspectivos. No querían plasmar la realidad, ni denunciar cosas de su tiempo. Iban a la búsqueda de las metáforas, de lo onírico, de lo imaginario. Aunque de forma paradójica, todo eso era en respuesta a la realidad que vivían en su tiempo.
Hubo artistas que vieron que la llegada de la industria no solo había traído progreso, también había llegado mucha desigualdad. Eso unido a la inestabilidad política que se había dado durante todo ese siglo en diversos lugares de Europa, hizo que el Simbolismo fuera una respuesta al presente, una huida de la cruda realidad. Pero siempre hay como un pesimismo latente en este movimiento.
Hay un tono melancólico, y a veces tétrico. De alguna forma hay elementos que se adentran en los sueños y los pintores trasladan al lienzo muchas de sus obsesiones más personales. La gran mayoría de ellas están protagonizadas por mujeres. Unas veces son seres dulces, o madres, o amantes brutales,… en definitiva, con ellos se le termina de dar forma al concepto de mujer fatal.
El Simbolismo más que un estilo estético, es una sensación que se comprende ante la contemplación de la obra. Si nos fijamos en estos Ojos cerrados de Redon, no vemos más que el busto de una muchacha, que obviamente no nos mira ya que ha cerrado los párpados. Va desnuda pero solo vemos su hombro, y lleva un peinado de lo más simple. Pero es evidente que nos trasmite silencio, algo misterioso, y se convierte en una mujer con un mensaje impenetrable. No es una chica hermosa pero tampoco fea, no hay grandes efectos pictóricos, hay pocos colores, y la composición de esta especie de busto es bastante clara. Y sin embargo, irradia una atmósfera inquietante. Ese es el auténtico rasgo definitorio del arte simbolista, ser una premonición de algo fatal que iba a ocurrir.