Arte
Inicio Pintura Etretat. El acantilado de Aval de Boudin

Etretat. El acantilado de Aval de Boudin

Publicado por A. Cerra

Etretat. El acantilado de Aval de Boudin

Eugène Boudin (1824 – 1898) es un pintor que se ha convertido en un eslabón imprescindible de la pintura francesa hacia el Impresionismo. Él nunca fue un pintor impresionista, pero tuvo una enorme influencia en ellos, especialmente en Claude Monet, para el que fue uno de los principales referentes y maestro.

También Boudin tomó cosas de su discípulo, y sin duda modificó su pintura, algo que sobre todo se aprecia en su última fase artística, que se puede decir que comienza en 1890, el mismo año que pinta este óleo de Étretat. El acantilado de Aval que se conserva en la actualidad en el Museo Thyssen Bornemisza de Madrid.

Ese año, el artista, pese a su edad, estaba en uno de sus mejores momentos y tenía un montón de trabajo. Por ello se desplazó a su Normandía natal para inspirarse y pintar sus temas favoritos. Es decir, el mar, las playas y los puertos. Y en Normandía es donde se encuentran los espectaculares acantilados de Étretat.

Ya por aquel entonces, este paraje atraía a numerosos viajeros y turistas. Y por supuesto ante estas formaciones rocosas increíbles también habías estado muchos artistas, algunos de la talla de Delacroix, Courbet o el propio Monet. Además de que Boudin conocía este lugar desde hace muchos años y ya lo había pintado, pero en este caso introduce una serie de valores diferentes.

Para empezar, Boudin solía incorporar a sus paisajes numerosas figuras, generalmente de tamaño pequeño y en grupo, con las cuales intentaba dinamizar las vistas. Pero en esta ocasión esos elementos han desparecido. Son el acantilado, el mar y el cielo los grandes protagonistas. Y junto a ello unos pequeños barcos pesqueros y algunas casas del pueblo. Solo por eso, ya es una obra distinta en la producción de Boudin.

Aquí únicamente se fija en el paisaje natural, pero no lo hace de un modo romántico, dejándose llevar por un espíritu dramático en el que el oleaje esculpe y ataca el acantilado. Ni tampoco lo hace de un modo impresionista con el afán de captar ese preciso momento.

Él está buscando una vista hermosa, compensada, atrayente. Es cierto que se detiene con mucho criterio en el modo de plasmar la luz, y por lo tanto la atmósfera de ese lugar. Pero ante todo busca crear una imagen bella con un protagonismo compartido ente la tierra, el mar y el cielo.

La silueta del acantilado es lo primero que llama la atención, pero su imponente presencia se ve compensada con las nubes del cielo, y con el habitual horizonte bajo en las obras de Eugène Boudin. Un horizonte que marca bien a las claras la separación entre todos los elementos, pero que al mismo tiempo tiene la capacidad de ser una transición entre ellos.