Arte
Inicio Impresionismo, Pintura Hotel de la Rocas Negras de Trouville de Monet

Hotel de la Rocas Negras de Trouville de Monet

Publicado por A. Cerra

Hotel de la Rocas Negras de Trouville de Monet

Monet es famoso por haberse inventado el Impresionismo, en cuyo desarrollo tuvo una importancia tremenda el hecho de pintar al aire libre. Pues bien, esa costumbre de ir con sus lienzos, óleos y caballete a un lugar exterior y comenzar a pintar la aprendió de otro pintor. Concretamente fue Eugene Boudin, un artista de la región de Normandía, especializado en pintar los paisajes marinos de su región en los que se van alternando las playas y los acantilados.

Boudin, que era conocido por sus paisajes marinos y cielos nublados, jugó un papel crucial en la formación artística de Monet. Fue él quien introdujo a Monet a la pintura al aire libre, una práctica que se convertiría en la piedra angular del movimiento impresionista. Boudin también inculcó en Monet un profundo aprecio por los sutiles cambios de luz y color en la naturaleza, una sensibilidad que Monet llevaría a su máxima expresión en sus obras posteriores.

De hecho, Claude Monet conoció a Boudin en la ciudad atlántica de Le Havre en el año 1856, y con él realizó numerosas pinturas marinas, que fueron las que empezaron a darle cierto nombre. Y aunque luego fue cambiando de temáticas y su técnica evolucionó hacia el más puro impresionismo, es justo reconocer la influencia de Boudin y también de la costa normanda. A la que además regresó muchas veces, como podemos ver en este cuadro de 1870 que se conserva en el Museo de Orsay de París.

La obra representa el Hotel de las Rocas Negras en la localidad turística de Trouville. Un establecimiento de cierta fama, y que tiene más de un vínculo con el arte. No solo con la pintura, ya que se piensa que pudo influir en la imaginación de Marcel Proust para concebir el Hotel Balbec que aparece en su célebre obra En busca del tiempo perdido.

El Hotel de las Rocas Negras, con su imponente fachada y su ubicación privilegiada frente al mar, era un símbolo de la Belle Époque, una época de optimismo y prosperidad en la que el arte y la cultura florecieron en Francia. Monet, con su agudo ojo para capturar la esencia de un lugar, logró transmitir la elegancia y la sofisticación del hotel, así como la luminosidad y la frescura del paisaje marino circundante.

E igualmente que hay que mencionar la influencia de Boudin, también el propio Monet reconoció en vida el influjo que supusieron las teorías de John Ruskin, crítico de arte inglés, quien en sus escritos ya hablaba de que era el ojo quien debía crear las imágenes en los cuadros. Algo que al pintor francés le llevó a un modo de pintar con el que no se fijaba en los contornos, ni en las cualidades táctiles de los objetos o elementos retratados. Ni siquiera buscaba los claroscuros, lo que él pretendía ver frente a un paisaje, tanto natural como urbano, y tanto con figuras como sin ellas, lo único que quería ver era las vibraciones de color, y eso era lo que trasladaba al lienzo, en pinceladas independientes unas de otras, y buscaba crear la luz y la impresión que tiene en ese preciso momento de lo que está contemplando.

Si bien también hay que reconocer que hay una importante gestualidad en su arte. Sus pinceladas son rápidas, pero no se ciñe un esquema muy rígido de actuar, como si harán después los puntillistas como Seurat. Monet aplica sus pinceladas con manchas de color de formas muy libres y de enorme fluidez, basta con ver lo diferente que son en este cuadro el modo de pintar las banderas ondeadas por la brisa del mar y la fachada del hotel que nos transmite toda su contundencia monumental, pese a ese modo de pintar tan ligero y rápido. Es decir, este pintor fue un auténtico virtuoso y con una capacidad innata para pintar y para renovar por completo esa disciplina artística.