Madame Poupoule en el tocador de Toulouse Lautrec
Se trata de una obra realizada sobre un soporte de tela y pintada con la técnica del óleo entre los años 1899 y 1900 por Henri Toulouse Lautrec, y que como muchas de sus obras se conservan y exponen en el museo que lleva su nombre en su ciudad natal al sur de Francia: Albi.
En este caso estamos ante una obra de madurez, ya que por aquel entonces el pintor contaba ya 36 años, y hay que tener en cuenta que falleció tan solo un año después de crear este lienzo. Por ello, esta obra es una especie de estudio de ambiente realizado con una rara sensibilidad en cuanto a la materia pictórica y las posibilidades expresivas del color.
La muchacha que le sirvió de modelo, la pintó en diversas ocasiones pintándose ante un espejo, y es que le fascinaba el colorido rojo de su espesa cabellera.
Precisamente en cuanto a los colores, en esta obra utilizó pocos colores, algo bastante habitual en la producción pictórica de Toulouse Lautrec. En este caso todo se basa en la armonía de los tonos cálidos del recipiente del primer plano, la parte posterior del espejo, las paredes y la melena. Unos tonos calientes que se contraponen a la frialdad de los colores de la mesa, plasmada con el verde y el azul empastado en blanco, los verdosos de la bata que viste la muchacha, los reflejos de la pared y los tonos vidriosos de los frascos que hay sobre el tocador.
La obra se ha estudiado en profundidad y por eso se conoce perfectamente el proceso que llevó a cabo el artista para su ejecución. Primero hizo un bosquejo en sanguina, aprovechando para ello el tono del fondo. Tras eso se dedicó a extender rápidas pinceladas de azul y de verde empastados con otras de color blanco, incluso en ciertas zonas se llega a entrever el color claro del lienzo que sirve de soporte a la pintura. Y por último aplicó los tonos cálidos que finalmente inundan toda la composición.
La sensación que transmite esta obra, realizada por puro placer por parte del artista y un tanto alejado de sus habituales escenas de cafés, cabarets o burdeles, es de un sensibilidad mucho más intimista. Y eso que en todas sus obras aparece una especie de cariño hacia los personajes retratados sea cual sea su profesión, lo mismo sean payasas circenses como su retrato de Cha U Kao, o amigos con los que compartía largas noches de fiesta y excesos como los que se ven en la obra En el Moulin Rouge, e incluso retratos de prostitutas como en su delicado lienzo de En el salón de la rue Moulins.