Madame Recamier
A lo largo de la historia de la pintura han surgido algunas obras que cambiaron los parámetros estilísticos del momento, la obra que aquí analizamos hoy ha sido una de estas piezas claves para comprender el mundo de la pintura y más en concreto, la evolución del retrato femenino. La importancia de este retrato fue tal que se copió en un sinfín de ocasiones posteriores pero también es cierto que en su historia se entremezclan elementos reales con otros legendarios lo cual ha hecho que su estela se prolongue aún más si cabe.
La obra que aquí analizamos lleva por título el nombre de la protagonista, Madame Recamier y es un óleo sobre lienzo de formato horizontal que mide casi dos metros y medio de anchura y un metro setenta de altura. La pieza data de principios del silo XIX, concretamente del año 1800 y fue pintada por el artista neoclásico Jaques Louis David.
David (1748 – 1825) fue uno de los pintores más destacados del estilo neoclásico no sólo por la calidad de sus pinturas sino también por ser parte activa de la vida social y política de su nación en unos años de tremenda agitación política y social. En esta ocasión el artista representa a una de las damas más influyentes en la sociedad francés, Juliette Recamier la mujer –y según las malas lenguas de la época también hija- de un destacado banquero de Lyon. La dama fue muy popular en su época no solo por su gran belleza y su espléndida voz para el canto sino porque organizaba destacaban reuniones con los intelectuales de su tiempo.
Quizás fue en una de estas reuniones cuando Recamier contactó con David ara encargarle el cuadro; según la leyenda por aquel entonces David estaba considerado un hombre peligroso y el marido de Juliette no habría estado de acuerdo en que realizase este lienzo por lo que la dama acudía se reunía a escondidas con el pintor para realizar el lienzo. Parece ser que a Juliette le costaba bastante posar para David y sus continuas quejas hicieron que el pintor dejase la obra sin acabar completamente.
Sea como fuere lo cierto es que el retrato sentó las bases para la representación femenina; la dama aparece tumbada en un diván –que después del lienzo se conocería como Recamier- vestida según las tendencias clasicistas, esto es: con un vestido tipo túnica ligera y vaporosa y el pelo en bucles recogido al estilo griego. En realidad, más que una dama del XIX Recamier aparece como si se tratase de una auténtica vestal.