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Madonna de la Cesta de Correggio

Publicado por A. Cerra

Madonna de la Cesta de Correggio

Esta pequeña tabla pintada al óleo (33 x 25 cm) por Correggio hacia el año 1524 y que hoy en día se conserva en la National Gallery de Londres para muchos estudiosos supone todo un referente para el tipo de imagen religiosa que se populariza en el arte del siglo XVII en Europa, algo que en gran parte se debe a que el cuadro de la Virgen de la Cesta fue muy conocido gracias a los grabados y copias que se hicieron de la obra.

En ella Antonio Allegri, más conocido como Correggio, da un giro a la imagen de la Virgen ya que a la habitual esencia de humildad, le suma un tono de inocencia, de una plasmación muy humana y sobre todo emocionante del amor, del cariño que hay entre una madre y su hijo.

La escena no puede ser más natural y más tierna. Vemos a la Virgen al aire libre, sentada bajo un árbol, junto a la cesta que da nombre al cuadro. Y está con Jesús, al cual le va a probar una prenda que parece haber cosido para él. Una escena sencilla, familiar, de hecho un poco más allá, a cierta distancia se distingue a José trabajando en su carpintería.

Hasta se ve su humilde casa, apoyada en los restos de una construcción más antigua y grandiosa, algo sin duda con tono simbólico para mostrar como una nueva fe nació de las creencias paganas.

De hecho, en el cuadro hay unos cuantos simbolismos más. Por ejemplo el gesto del pequeño es como si estuviera practicando para bendecir. Mientras que la camisa que le prueba María seguramente sea la prenda sin costuras que según los textos bíblicos fue creciendo al mismo tiempo que Jesús, hasta que por fin le despojaron de ella los soldados romanos en la Cruz, y que incluso se jugarían a los dados tal y como se relata en los Evangelios.

No obstante hay que decir que la imagen funciona sin conocer esos significados. Esa es su grandeza. Correggio es capaz de cautivarnos con la naturalidad de la escena, en la que forman un tándem inseparable los escorzos de los protagonistas y el juego de luz y color que baña todo el espacio, donde los tonos rosas, azules y dorados crean una atmósfera muy acogedora. Sin olvidar un detalle que todavía le aporta más sensibilidad al cuadro, y es la imprecisa pincelada del artista, la cual en un cuadro tan pequeño incluso nos puede parecer temblorosa, pero es un efecto de lo más cautivador pese a impedir que las figuras sean completamente nítidas por mucho que nos acerquemos a contemplarlas.