Mañana de Pascua de Friedrich
Si alguien ejemplifica el concepto del arte del Romanticismo alemán, ese sin duda alguna es Caspar David Friedrich y desde luego lo hace gracias a telas como esta que, como es habitual en él, tiene un título que nos da las claves para su interpretación: Mañana de Pascua, una obra de fecha incierta, ya que los estudiosos la catalogan entre el año 1828 y el 1835, el periodo de madurez de este pintor.
Y es que como en toda su producción pictórica, también aquí el paisaje es el gran protagonista de la imagen, pero no por su belleza o su espectacularidad, sino por el valor simbólico que transmite. Un paisaje que aquí se convierte en algo prácticamente religioso.
Nos muestra a tres mujeres que con la luz del amanecer van caminando hacia el cementerio, en un momento en el que le invierno está llegando a su fin y se ven los primeros brotes primaverales en los árboles. Es decir, la naturaleza está reviviendo, lo que se vincula con la Pascua de Resurrección. De hecho, hay quien quiere ver en las tres figuras del camino a la “tres marías de los Evangelios”, si bien es cierto que hay otros grupos de personas dispersos en planos más alejados.
Otra característica de los cuadros de Friedrich es que nos presenta espacios silenciosos, en los que es evidente que hay un mensaje, un sentimiento. Además de que él recurre a su propia iconografía repleta de significados personales. Por ejemplo, son muy comunes las figuras de espaldas, que van por un camino y nos invitan a seguirlas, dando una idea de esperanza. Es cierto que hay elementos alusivos a la muerte, como el propio cementerio o la luz de la luna en lo alto, pero también hay otros más potentes de vida, como la atmósfera de un amanecer que inunda todo. Y sin duda el título que nos habla de la primavera y la resurrección.
No obstante hay que decir que la obra, pese a adquirir sentido por sí sola, originariamente formaría parte de un conjunto más amplio. Parece claro que estaría emparejada con otra obra que hay en el Kunsthalle de Hamburgo, un cuadro de tamaño idéntico titulado Nieves tempranas. Aunque también hay historiadores que lo vinculan con otra obra más o menos contemporánea que se titula Paseo al anochecer, donde se ve una escena muy semejante, si bien cómo podemos suponer todo envuelto por una luz muy diferente, que va del día a la noche, por lo que todo tiene un aspecto más tétrico y menos esperanzador que el cuadro que aquí mostramos.