Martirio de San Erasmo de Poussin
Esta pintura la realizó el artista francés Nicolas Poussin entre los años 1628 y 1629. Se trata de un enorme lienzo de 320 x 186 cm. pintado al óleo que en la actualidad se conserva en los Museos Vaticanos.
La sensación que transmite la tela, pese a la temática tan truculenta que trata, es de una enorme belleza. El horror del martirio del santo queda en un segundo plano. Es más, uno llega a tardar un rato en darse cuenta de la cruenta imagen que narra. Ya que en realidad nos muestra como le abrieron las tripas a San Erasmo y le fueron sacando los intestinos. Y todo ello Poussin nos lo presenta en el centro mismo de la composición. Y sin embargo, no es lo que más llama la atención.
Fue capaz de pintar un cuadro enormemente bello con un relato tan aterrador. Por eso, esta obra de este artista barroco se pone siempre entre los máximos ejemplos de cómo la calidad artística puede ser capaz de eclipsar la narración subyacente. Pero, ¿cómo está hecha la pintura para lograr semejante hermosura?
Para ello, Poussin combina el diseño lineal con el patrón de color y demuestra su insultante capacidad pictórica. Habitualmente, en muchas de sus obras juega con la yuxtaposición de los colores primarios, es decir, amarillo, rojo y azul. Pero aquí lo que hace es contrastarlos con sus complementarios, o sea con los morados, naranjas y verdes. Él consideraba que los colores en la pintura en realidad debían funcionar como señuelos para atraer la mirada, y los definió como versos que juntos debían formar un poema.
Es muy posible que no poseyera la explicación científica sobre los efectos visuales que esas contraposiciones entre tonos primarios y complementarios provocan en el cerebro, pero sí que estaba convencido y era conocedor de como unos y otros reaccionaban entre sí y como se estimulan visualmente. Se dio cuenta de que los naranjas, que son una mezcla de amarillo y rojo, convierten a los azules en mucho más azules, y viceversa.
Además de su dominio del color, Poussin también era conocido por su meticulosa atención al detalle y su habilidad para capturar la humanidad en sus sujetos. A pesar de la violencia del tema, la expresión de San Erasmo es serena y resignada, lo que añade una capa de complejidad emocional a la obra.
En cuanto a la composición, Poussin utiliza una disposición triangular para centrar la atención en la figura de San Erasmo. Los personajes secundarios y los detalles arquitectónicos se disponen de manera que guían la mirada del espectador hacia el centro de la pintura, donde se desarrolla la escena principal.
Sin embargo, aunque hoy en día Poussin está considerado como uno de los más grandes maestros del arte barroco y nadie duda de la enorme maestría del pintor francés y su dominio de los colores, lo cierto es que cuando pintó esta obra, la acogida no fue excesivamente buena. Quizás porque el arte había sido capaz de ocultar por completo el mensaje del martirio del santo. Y el resultado es que Nicolas Poussin no volvió a recibir encargos de la Iglesia. Afortunadamente no le faltó el trabajo y nos ha legado otras grandísimas obras de arte de diferentes temáticas como Et in Arcadia ego o La danza del tiempo, ésta última por cierto encargada por un cardenal a título personal, que años después sería nombrado Papa Clemente IX.