Arte
Inicio Barroco, Pintura El Imperio de Flora de Poussin

El Imperio de Flora de Poussin

Publicado por A. Cerra

El Imperio de Flora de Poussin

El pintor francés Nicolas Poussin se inspiró para muchas de sus obras en la fusión entre una idílica vida en la naturaleza y los personajes de la mitología clásica. Lo hizo en muchos de sus cuadros más famosos como pueden ser Et in Arcardia ego o El Parnaso. Y lo volvió a hacer en esta tela titula El imperio de Flora que realizó en 1631 y que se conserva en el Museo de Dresde, en Alemania.

Son un tipo de escenas que nos remiten a paraísos naturales en los que vivieron en otra época los hombres, y donde sobre todo fueron felices. Y eso plantea en esta escena inspirada en los relatos de las Metamorfosis de Ovidio.

En el centro de la composición, por cierto organizada a partir de una elegante curva por la que van discurriendo los personajes, casi en paralelo a la pérgola que cierra la escena. Como decimos en el centro de la composición aparece la figura femenina de Flora, danzando y esparciendo flores aquí y allá. Y en torno a esa mujer hay un buen número de personajes de la antigüedad o de la mitología que vivieron amores apasionados, motivo por el cual al morir se transformaron también en flores.

Por eso vemos a Ajax a la izquierda, el gran vencedor de la Guerra de Troya que se nos muestra desnudo, tan solo vistiendo un casco de oro en el momento de suicidarse al lanzarse sobre su espalda, tras lo cual se va a convertir en un clavel. Cerca de él está Narciso, mirándose a sí mismo en embelesado en el agua de una vasija, un personaje que de hecho ha dado su nombre a una flor.

Otro personaje identificable es Clitia que mira a Apolo, el dios Sol que en ese momento atraviesa el cielo con su carro. Por supuesto un personaje que se transformó en un girasol.

También está Jacinto tocándose la herida de la cabeza. O está Adonis con sus perros de caza de cuya pierna va a brotar una anémona. Y además está Príapo, dios de la fertilidad. O Crocus y Smilas, formando una enredadera.

En definitiva, una tela repleta de personajes mitológicos envueltos en una luz nacarada, irreal conseguida gracias a una paleta de colores muy cálidos. Una composición pintada muy al capricho de Poussin, quien por aquel entonces había decidido quedarse a vivir en Roma, donde había contraído matrimonio y donde su fama y la calidad de su pintura le permitía realizar obras muy a su antojo, sin atender demasiado los caprichos de los encargantes.