La proclamación del Imperio alemán
El arte neoclásico en cualquier país en el que se desarrolló siempre tuvo un papel oficial y a veces muy propagandístico. Y por estos dos factores, aunque le sucedieran a lo largo del siglo XIX otros estilos artísticos, lo cierto es que nunca llegó a desaparecer. Un buen ejemplo de ello es Alemania, donde el Neoclasicismo nos ha aportado importantes obras tanto en arquitectura como la Puerta de Bradenburgo, como en escultura con artistas como Rauch y su monumento a Federico el Grande.
Y también hay buenas pinturas neoclásicas alemanas, aunque sea en una época un tanto posterior como este lienzo pintado por Anton von Werner en el año 1885. Y es que para esas fechas, las formas artísticas habían evolucionado enormemente y en dirección completamente opuesta al academicismo. Sin embargo, aquí se trataba de representar el momento de la Proclamación del Imperio Alemán y por lo tanto se vio que lo más oportuno era que lo reflejara un pintor académico.
Anton von Werner de hecho había asistido a aquel acto solemne de 1871 invitado por el propio príncipe heredero Federico Guillermo. Y a partir de aquello pintó tres cuadros distintos. Uno en 1877 que le fue encargado para ser regalado al emperador Guillermo I. Aquella obra era la más fidedigna a lo que ocurrió en la realidad, y era casi una fotografía, pero lamentablemente se perdió durante la Segunda Guerra Mundial.
La segunda versión la hizo unos años después, entre 1880 y 1882, e igualmente fue destruida. Así que la única que ha llegado hasta nuestros días es esta versión que hoy en día se conserva en el Bismarck Museum. Un emplazamiento que no es casual, ya que lo pintó por encargo de la familia imperial pero para que fuera regalado al Canciller Otto von Bismarck, el cual aparece casi protagonizando la escena.
Bismarck es el personaje central, y el blanco de su uniforme le hace destacar sobre el resto, que quedan casi difuminados bajo la belleza del Salón del Espejo de Versalles donde tuvo lugar el acto. Y realmente las crónicas, nos dicen que el canciller acudió vestido de blanco a la ceremonia. No sabemos si el resto de personalidades fueron de negro, pero aquí así ocurre, por lo que es realmente curioso que visualmente se ensalza mucho más a Bismarck que a la familia imperial al completo que ocupa lo alto del pódium bajo las banderas. Y hasta los caballeros que alzan sus espadas parecen homenajear al canciller, ya que lo hacen justo detrás de él.