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Milagro de los Santos Cosme y Damián, Fernando del Rincón

Publicado por Laura Prieto Fernández

Durante la época renacentista Europa sufrió una mutación nunca antes vista, el -mal llamado- oscuro mundo medieval iba quedando atrás para dar paso a una revolución que afectaría a todas las facetas de la vida, desde la religión a la política, pasando por el arte y la cultura; fue un momento de apertura al mundo y al descubrimiento, al pensamiento y a la ciencia y todo ello queda plasmado en el cuadro que analizamos a continuación, un lienzo del artista Fernando del Rincón que lleva por título el Milagro de los santos Cosme y Damián.

En realidad, no son muchos los datos biográficos que se conservan sobre el autor Fernando del Rincón (1491 – 1525) y, es más, durante muchos años, su figura se confundió con otro artista diferente, Antonio del Rincón, del que a día de hoy ni siquiera se ha podido averiguar si estaban unidos por alguna relación familiar o, sencillamente, se ha tratado de una confusión. Fernando trabajó principalmente en la zona de Castilla y su labor fue bien conocida, tanto es así que llegó a ser uno de los apadrinados por Fernando el Católico, lo que le proporcionó un buen número de encargos.

En cuanto a la obra que aquí analizamos, lo cierto es que no se ha podido establecer una procedencia detallada de la misma ya que la primera vez que se tiene constancia de la misma es ya en el siglo XX, concretamente anos años antes de la Guerra Civil española cuando el Museo del Prado se hace con la pieza que se encontraba en el Monasterio de San Francisco el Fuerte para salvaguardarla del conflicto.

La obra representa un milagro obrado por los santos Cosme y Damián quienes ejercían como médicos. Según se detalla en la Leyenda Dorada de Jacopo della Vorágine, el sacristán de la iglesia dedicada a los santos Cosme y Damián, sufría fuertes dolores a causa de una gangrena que le iba comiendo una de sus piernas. Na noche mientras el sacristán dormía, los santos se aparecieron para aliviar su sufrimiento y decidieron que lo más correcto era ir al cementerio donde acababan de enterrar a un musulmán y amputarle una de sus piernas para trasplantársela al sacerdote, quien sin ningún dolor se despertó completamente sano.

En la obra se aprecia la influencia de la pintura italiana, así como el detallismo en las telas de la escuela flamenca, por aquel entonces ya famosa en toda Europa. Algunos autores plantean la posibilidad de que la tabla -debido a sus medidas- perteneciese a un retablo mayor.