Narciso de Jan Cossiers
El poeta romano Ovidio relató en sus libros de las Metamorfosis el mito de Narciso. Y desde aquel momento ese episodio mitológico se convirtió en todo un referente hacia ciertas actitudes humanas. De hecho, todavía hoy seguimos usando la palabra narcisismo para describir a aquellas personas que se tienen excesiva admiración a sí mismos.
Por otro lado, el mito de Narciso ha sido un tema que ha inspirado a nuemerosos artistas a lo largo de los siglos. Y hay obras que son auténticos referentes en el tema como la Caravaggio en los inicios del barroco o mucho después el pintor surrealista Dalí. Así que hoy queremos hablaros de otra imagen inspirada en este relato mitológico. Es el Narciso que entre 1636 y 1638 pintó el artista Jan Cossiers, una obra que atesora el Museo del Prado de Madrid.
Jan Cossiers (1600 – 1671) había nacido en Amberes, y su vida profesional estuvo muy vinculada a su compatriota Rubens, del cual acabó llevando a los lienzos algunos de sus bocetos. Entre ellos esta imagen de Narciso que fue encargada para la Torre de la Parada por el gobernador de Flandes, o sea Fernando de Austria, hermano del rey español Felipe IV.
El encargo en sí incluía las imágenes de diversas figuras mitológicas y entre ellas este Narciso, que nos lo presenta prácticamente como lo describe Ovidio.
Narciso sería un joven de extraordinaria belleza que se había negado a comprometerse con la ninfa Eco. La diosa de la venganza Némesis decidió darle un escarmiento por ese desagravio. De manera que cuando el joven se acercó al cauce de un río para beber agua, por un momento vio su reflejo sobre las aguas, convertidas en un nítido espejo. Y Narciso queda completamente fascinado y enamorado de su imagen, tanto que cree que es real. Llega al éxtasis contemplándose.
Ese es el momento que ha elegido Cossiers para su representación. El momento en el que Narciso está embelesado admirando su cabello, su boca, su piel, toda su belleza tal y como la describió el poeta romano. Sin embargo, eso no acabó ahí, ya que el castigo divino consistió en que se petrificó mirándose a sí mismo. Se convirtió en una estatua de mármol. Eso no lo representa el pintor, pero es que no hacía falta ya que todos los personajes que iban a ver el cuadro o el resto de escenas mitológicas de la Torre de la Parada conocían su desarrollo y los mensajes morales que transmitían.