Pepito Costa y bonells, Goya
El género del retrato siempre ha sido uno de los más apreciados en el mundo artístico ya que en él no solo hay que captar la fisionomía de una persona si no que, además, el artista debe captar su psicología y el momento histórico en el que este se circunscribe. Esta tarea que no es sencilla, a menudo se complica aún más cuando hablamos de retratos infantiles ya que no resulta sencillo que el modelo pose con la tranquilidad que lo haría un adulto y además, al reto ya de por sí complicado de captar la psicología del personaje debemos de añadir que el artista también tiene que captar la inocencia de la juventud.
La obra que aquí comentamos se trata de un fantástico retrato infantil que ha sido pintado por el inigualable Francisco de Goya y Lucientes y que representa a Jose Costa y Bonellls, más conocido con el sobrenombre de Pepito Costa. Goya no era ajeno a la familia Costa y Bonells ya que el cabeza de familia era un conocido médico y el pintor, ya había retratado a su esposa en alguna que otra ocasión.
Parece ser que la pintura dataría de la primera mitad del siglo XIX, concretamente del año 1813. Se trata de un óleo sobre lienzo de formato vertical que mide unos ciento cinco centímetros de altura y poco más de ochenta y cuatro centímetros de anchura; en la actualidad el cuadro se conserva en el Matropolitan Museum of Art de Nueva York.
Sobre un fondo neutro y terroso se recorta la silueta del pequeño Pepito, ataviado con un mono blanco y chaquetilla negra con bordados dorados. Su indumentaria – así como los juguetes de los que está rodeado- delata su elevada posición social y refleja los brillos de la luz con la especial atención que el artista puso a la hora de representar los materiales.
El pequeño aparece sujetando las riendas de un caballo de juguete mientras que con la otra mano sostiene un sombrero de plumas, al fondo otros elementos militares como por ejemplo un tambor o una bayoneta. En este sentido Goya hace una referencia a la Guerra de la Independencia que asolaba el país y de la que todos, incluidos los niños, sufrían las consecuencias.