Antonio del Pollaiuolo
Antonio del Pollaiulo fue un artista renacentista que investigó diferentes campos en la escultura del último cuarto del siglo siglo XV. Procedía de una familia de orfebres y quizás fue alumno de Donatello (del que muestra influencia en sus obras) y de Andrea del Castagno. Después de trabajar en primer lugar como orfebre, se dedicó a la escultura, pintura y grabado, movido más por el ansia de experimentar, que por la universalidad de su faceta artística, pues gustaba de ensayar en la escultura de metal, lo que iba plasmando en la pintura, sobre todo los efectos ilusionistas.
Así la obra “Hércules y Anteo”, la realizó en pintura y en metal, hacia el año 1475, para mostrar el esfuerzo y la tensión de dos fuerzas contrapuestas, la que ataca y la que resiste, expresadas por medio de una línea en continuo movimiento, gracias a precisos contornos que marcan líneas que cambian de dirección. En la pintura, las líneas del paisaje, en vez de converger hacia un punto o foco detrás del eje del cuadro (que quedaría justo en medio de los dos cuerpos), parecen avanzar hacia fuera del marco del cuadro. En la pieza de bronce, la luz reverbera sobre la bruñida superficie, jugando con las sombras que producen las figuras contorsionadas, formando una serie de líneas penetrantes, incisivas, que son una peculiar característica del artista.
Otra de sus obras famosas es el “Retrato de una dama desconocida”, en el que la búsqueda del artista se centra en las tensiones aplicadas a la propia anatomía humana, en vez de la anterior, en que su interés estaba en marcar la tensión del movimiento en relación al espacio. En el “Retrato de una dama desconocida”, la modelo aparece en la clásica postura de perfil, pero la presenta totalmente alerta, como respondiendo a la presencia del artista. Este movimiento lo ha captado el artista en el movimiento ascendente de su espalda, ligeramente curvada, que se continúa en la curva opuesta que supone su cuello. La línea contornea después su perfil un tanto caprichoso, sobresaliente y dentado, en el que marca todos los detalles, desde el labio inferior metido hacia adentro, hasta la enérgica barbilla. Estos ángulos se repiten en el triángulo del velo que tiene sobre la oreja, que la estira hacia atrás y sostiene el sofisticado y decorativo peinado. Pollaiuolo penetra en los rasgos de la desconocida modelo, en una especie de análisis psicológico, como queriendo plasmar su espíritu.
Esta nueva manera de investigar los aspectos de la experiencia humana, de hallar modos cada vez más sutiles y afinados de expresar la transitoriedad, apunta hacia una nueva manera de entender el arte en la sociedad renacentista de finales del siglo XV que, tras haberlo aprendido todo del mundo físico, dirige su atención hacia el universo espiritual y sus manifestaciones, a través de un cambio de actitudes y de acciones. Así la luces y las direcciones cambiantes, intentarán captar los estados de ánimo más imperceptibles a simple vista, que se traducen en un rostro sensible. Los tejidos más delicados apenas si peden disimular la palpitación de las venas en el cuello de una mujer o el latido de su corazón bajo el pecho. Todos estos recursos se van a convertir en nuevos medios de expresión para los artistas de finales del siglo XV, que sin duda pueden denominarse como “de lo imperceptible”.