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San Antonio de la Florida. Pinturas de Goya

Publicado por A. Cerra
Frescos de San Antonio de la Florida

Frescos de San Antonio de la Florida

Los frescos de esta iglesia de Madrid los pintó Francisco de Goya en el año 1798.

Recibió el encargo por orden real, y en ese encargo se definía que Goya tenía que pintar en la cúpula del templo escenas con los milagros de san Antonio. Concretamente tenía que escenificar los episodios relacionados con la resurrección de un asesinado, para que así el resucitado pudiera dar testimonio de la inocencia del padre del santo, que a su vez estaba acusado del crimen de homicidio.

Lo primero que hizo Goya a la hora de plantear el relato pictórico fue trasladar todos los acontecimientos al exterior, y se inventó el recurso de pintar en la cúpula una balaustrada continua de hierro de manera que tras ella se desarrollan todos los episodios, como si los fieles que acudieran a la iglesia se asomaran figuradamente a esa barandilla para contemplar los milagros de san Antonio.

Y además, teniendo en cuenta que se trata de una cúpula, gran parte de ella la pintó representando un paisaje degradado hacia un fondo montañoso que acaba en el cielo sin nubes.

Goya, fue en sus comienzos un pintor de estilo neoclásico, pero pronto superó las formas de esta corriente pictórica, y fue un gran revolucionario. En este caso la iconografía de los hechos santos se aleja bastante de la tradición. Aunque sin duda, el verdadero milagro que representa esta pintura es la concepción y ejecución del fresco.

Las gentes de la escena van ataviadas con ropas propias del siglo XVIII, y la gran mayoría de ellos observan los hechos milagrosos, como si de un espectáculo se tratara. Y todos ellos están pintados en audaces escorzos, de abajo a arriba, teniendo en cuenta que la pintura tenía que ser vista desde el suelo de la iglesia.

Tardó únicamente cuatro meses en pintar todo el conjunto: la cúpula, los intradoses de los arcos, los lunetos y el ábside, donde ubicó los ángeles, que destacan por su carnal corporeidad, y que se van descubriendo ocultos tras cortinajes.

La maestría de Goya se aprecia al estudiar su pincelada amplia y vigorosa, que dota de movimiento y vida a las figuras que parecen vibrar. Algunos historiadores del arte han definido esta pintura como protoimpresionista, ya que es un adelantado a su tiempo que aplica pinceladas muy sueltas, sin unir, es únicamente el ojo quién las une al contemplarlas.

La gran diferencia en el planteamiento iconográfico del artista es que sitúa el milagro como algo terrenal, entre personas comunes de su tiempo, muchas de ellas de clase social baja. Entre todas ellas se levanta el santo, que bendice el cadáver y le permite que se levante y se le acerque con las manos unidas en señal de plegaria. El resultado final es que consigue dotar a una pintura religiosa del rango de populista, lo cual hizo que la hiciera ser muy apreciada por sus contemporáneos. Y sin embargo, no se trata de una obra religiosa de carácter especialmente piadoso, ni que incite al recogimiento, en realidad todo el conjunto tiene mucho de pintoresco.