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Recuperación de la bahía de Brasil, de Juan Bautista Maíno

Publicado por A. Cerra

La recuperación de la bahía de Brasil de Maíno

En un siglo como el XVII, donde en España hubo pintores tan geniales como Velázquez, El Greco o Murillo, se hace muy difícil llamar la atención y pasar a la historia del arte. Si bien, quedarse completamente ensombrecido por esos grandes maestros es un tanto injusto para otros pintores de enorme calidad. Ese es el caso de Fray Juan Bautista Maíno (1581 – 1649).

De hecho en vida fue un pintor bastante reconocido y admirado, e incluso el propio literato Lope de Vega mostró su admiración por su pintura en algún que otro verso. Además siempre contó con el favor del rey Felipe IV, gracias a lo cual le fue encargado este enorme cuadro de unos 9 metros cuadrados para decorar el Salón de Reinos con una imagen de cómo el militar don Fadrique de Toledo retomó para España el puerto de Bahía de Todos los Santos y la ciudad del Salvador. Es decir, la actual Salvador de Baia en Brasil que por un tiempo estuvo en manos holandesas. Y para homenajear a su reconquistador, al fondo a la derecha de la tela se distingue la representación de un tapiz donde aparece el militar acompañado por el propio rey Felipe IV y el poderoso Conde Duque de Olivares.

Hay que tener en cuenta que además de por la calidad de la tela, que la tiene, sobre todo en lo concerniente a la composición y el estudio de perspectiva, este artista siempre contó con el favor del rey Felipe IV, entre otras cosas porque había sido su profesor de dibujo cuando todavía era príncipe. Y realmente el dibujo es otro de los fuertes de este artista, algo que tiene mucho que ver con sus orígenes y formación.

Maíno nació en la ciudad de Pastrana, Guadalajara, pero era hijo de un matrimonio mixto entre italiano y portuguesa. Así que siendo joven viajó a Italia para terminar de formarse, y ahí conoció de primera mano tanto el arte clasicista de Anibale Carracci como el claroscuro, sobre todo el de Guido Reni, del que lo podemos considerar seguidor en muchos aspectos. Y por esa mezcla de influencias surge su dibujo tan dominante y un tratamiento del color muy intenso, dos herramientas con las que es capaz de dotar de monumentalidad a sus composiciones, como en este caso. A lo que hay que sumar sus cualidades para el retrato y el paisaje.

En definitiva, que fue un artista especialmente dotado para el arte, pero como decimos su figura es bastante desconocida. Algo que se debe a dos motivos. Por un lado, la calidad del arte de otros contemporáneos y pero también influye mucho su propia peripecia vital. De hecho, podemos decir que esta obra pintada en el 1615 y que hoy se conserva en el Museo del Prado de Madrid fue el último gran trabajo de Juan Bautista Maíno, ya que dos años antes había ingresado como fraile dominico y a partir de entonces se dedicó mucho menos a las tareas artísticas, en favor de su vida religiosa.