«San Juan Bautista» de Leonardo
Esta pintura forma parte de las posesiones que Leonardo se llevó consigo cuando marchó a trabajar a Francia (junto a la “Gioconda” y a “la Virgen, el Niño y Santa Ana”), por lo que también se encuentra en el Museo del Louvre (París, Francia). Aunque se trata de su última obra, con toda probabilidad la comenzó en Milán o en Roma, ya que existen numerosas copias italianas contemporáneas de la misma. Tal vez se trate de una de sus obras menos populares, o al menos es la más polémica, ya que muchos autores pusieron en duda que se tratase de una obra suya, al creer que está repintada y sobre todo por el dramático tratamiento que se hace de la luz, ya que lo único que sobresale del negro fondo son los tonos de la carne y el marrón del cabello del Bautista. Además también ha sido considerada por muchos de “blasfema, desconcertante, amanerada, obscena, etc.”. Incluso hay quien ha considerado al cuadro como un trabajo de Leonardo contra la hostilidad a la homosexualidad, o a un intento deliberado de burla hacia la cristiandad. Todo esto parecen teorías absurdas, ya que si bien Leonardo no era un hombre excesivamente religioso, no era contrario a la religión ni siquiera a la iglesia y casi seguro que no era ateo, pues con toda probabilidad sentía (como muchos científicos de la actualidad) que la complejidad y la eficacia de la naturaleza, podía deberse a un agente creador supremo.
El problema es que su Bautista es casi la imagen opuesta que de él habían realizado el Evangelio y otros maestros como Donatello. Así la imagen del feroz, austero y duro morador del desierto se convirtió en la de un ser regordete con un aspecto andrógino que aparece desnudo surgiendo de un negro fondo, en una visión en tres cuartos, en la que se percibe la mitad superior de su cuerpo. Su mano izquierda, toca su pecho, mientras que la derecha cruzando el lienzo de izquierda a derecha, se levanta para señalar con el dedo índice hacia arriba, probablemente para indicar la llegada de Cristo “el que viene tras de mí es más poderoso que yo”. Es la interpretación que de Juan hizo el maestro, por tanto, como todas sus obras fue producto de un trabajo intenso, a lo largo de varios años, ya que se conservan dibujos y estudios de diferentes personajes, levantando la mano y el dedo señalando hacia lo alto, como hace el Bautista.
Aparte del torso desnudo en el cuadro, la luz se centra en su rostro, que vuelve a ser otro magnífico trabajo de sfumato y en el que de nuevo vemos como es la técnica la que hace que la sonrisa del personaje resulte de absoluta ambigüedad, que no quede delimitado donde acaba el pelo y empieza el fondo, o la fusión de la piel de oveja que lleva en su cintura con la sombra del cuerpo y el negro del fondo, etc.
Como en todas sus obras la composición es equilibrada, triangular, serena, clásica, en suma. Es destacable además la utilización de la luz, que esta vez es claramente ajena al espacio en el que se mueve el personaje, entrando por el lado izquierdo del cuadro, preludiando quizás lo que a finales del siglo XVI, consagraría a Caravaggio como uno de los grandes maestros de la Historia del Arte.