Retrato de mujer de la familia Hofer
De este retrato del siglo XV ni se conoce quién fue el autor, ni tampoco la fecha exacta de su realización. Aunque lo cierto es que los estudiosos del arte piensan que este óleo que posee actualmente en la National Gallery de Londres es un buen ejemplo de la llamada Escuela pictórica de Suabia, así como lo datan en torno al año 1470.
La Escuela de Suabia, región del sur de la actual Alemania, tenía como gran capital cultural la ciudad de Ulm, famosa por su enorme catedral gótica. Esa debió ser la residencia de la familia Hofer, al cual hace referencia la inscripción incluida en la pintura.
Se trata de una mujer joven que lleva las ropas y complementos típicos de su época. Es decir lleva un tocado almohadillado, rizado y dispuesto con alfileres. Puesto con mucho cuidado, y es más que posible que lo lavara y lo planchara para esa ocasión tan especial como era posar para un pintor. Y de hecho el artista también se explayó en este elemento, deteniéndose en mostrar sus cualidades o en la representación meticulosa del broche metálico del traje, todo ello contrastado con la finura de la piel de la mujer.
Ese detallismo y esas calidades son propias de un verdadero virtuoso de la pintura, tanto que no duda en pintar detalles nimios e insignificantes capaces de mostrar toda su valía. Por ejemplo, la mosca que se ha posado sobre el tocado de la mujer, y donde incluso el maestro se ha detenido en pintar la sombra del insecto. Está tan bien pintada, que al espectador le entran ganas de mover la mano para asustarla y que vuele.
De alguna forma es un detalle que le aporta vida y algo de espontaneidad a una efigie que por otra parte es muy rígida y hasta algo distante de la joven. Ella está como distraída, llevándose una mano hacia el corazón y la otra con una ramita cargada de simbolismo como es la flor de nomeolvides. Por otra parte la misma mano izquierda que lleva la florecilla simula estar apoyada en el propio marco del cuadro, como si este se convirtiera en una ventana con un alfeizar dese la que se asoma la mujer.
En definitiva que es un obra muy interesante. Tiene un tono frío y excesivamente protocolario. Pero el artista se nos muestra como un gran pintor a la hora de pintar los detalles, los pliegues del tocado e incluso el tratamiento lumínico del rostro, que incluso rodeado por la aureola de blanco de esa aparatosa prenda sigue siendo el foco de todas las miradas.