Retrato de un hombre joven de Andrea del Sarto
A partir del año 1510 se marcharon de Florencia los grandes genios del Renacimiento, es decir, Miguel Ángel, Leonardo y Rafael. Y desde entonces un joven Andrea del Sarto (1486 – 1530) se iba a convertir en el principal pintor de la capital toscana. Su trayectoria era muy curiosa. Para empezar por sus orígenes familiares, ya que era hijo de un sastre (sarto) de ahí su nombre artístico. Además comenzó su carrera creativa como orfebre y después pasó a formarse con pintores de segunda o tercera fila. Sin embargo, estudió por su cuenta el arte de los grandes maestros y de todos ellos extrajo influencias.
Si bien quizás sea Leonardo da Vinci quien más le influyó. De él adoptó su reconocible sfumato y también le atrajo la fluidez de sus figuras, sobre todo las de la última época, dominadas por las líneas en espiral. Sin embargo de la pintura leonardesca no le gusta el modelado monocromo y prefería fusionar colores luminosos que aparecen hasta en las sombras.
Lo cierto es que su éxito fue absoluto en la época, e influyó en toda una generación de pintores florentinos, muchos de los cuales pasaron por su activo taller. Entre ellos algunos artistas ya pertenecientes al estilo manierista, como por ejemplo Pontormo, autor de muchas obras de carácter religioso.
Y las claves de ese triunfo fueron su indudable originalidad de su dibujo, que además posee una enorme fuerza, y encuentra un equilibrio más que alabable con el esplendor cromático de su pintura. De hecho, Andrea del Sarto, en una pintura como la florentina que tanta importancia tiene el dibujo, se nos muestra como un gran maestro del color, utilizando de una forma exquisita las armonías entre los grises, los azules, los castaños o los rosas. Y este retrato de un hombre joven que hizo hacia 1517 es un fabuloso ejemplo de todo ello.
En este retrato todo es mucho más contenido y realista que en las pinturas religiosas de Andrea del Sarto, donde suele tener un aura más celestial. Aquí el tratamiento de la luz es increíble. Parece haber una ventana alta y estrecha a nuestra izquierda, y desde ahí se cuela la luz del sol que provoca el brillo en algunos pliegues de la camisa, y en la mandíbula o el giro de cuello del joven. Mientras que genera profundas sombras en torno a los ojos.
Este chico estaba leyendo y de pronto levanta la cabeza del libro, se gira y nos mira. Es una especie de instantánea, nos mira sorprendido y casi molesto por la interrupción, y podemos imaginarnos que de manera inmediata va a volver a la lectura del libro que tiene en las manos y que ocupa la esquina inferior derecha de la tela.