San Diego de Alcalá de José de Ribera
Estamos ante una obra de madurez del pintor José de Ribera, también conocido como el Españoleto. Un artista que nos ha legado grandes retratos individualizados de personajes, como su famoso Arquímedes. Y este lienzo fechado en 1646 y ubicado en la Catedral Primada de Toledo, sin duda que también está a esa altura creativa.
Si bien hay interesantes diferencias entre ambas obras. El Arquímedes es más propio de sus comienzos cuando está completamente embebido del tenebrismo del barroco italiano. Sin embargo, con el paso de los años fue conociendo la pintura flamenca, así como la escuela veneciana, y eso paulatinamente hizo que se volviera un pintor mucho más colorista.
Es cierto que esa pasión por el color llegó a ser hasta violenta en algunas obras, pero también se fue conteniendo. Seguía manteniendo una vibración vital pero la supo adaptar a cada tema y a cada encargo. Y este lienzo de Toledo es excepcional en ese sentido.
Vemos al santo vistiendo su hábito de franciscano como es habitual. Nos lo presenta en un retrato de tres cuartos con una pose teatral al mismo tiempo que contenida. San Diego dirige su mirada hacia el cielo. Tiene la mano derecha levantada sosteniendo una cruz. Y en cambio la izquierda la tiene abajo, como protegiendo un ramo de rosas que tiene sobre el hábito. Unas flores que hacen referencia a uno de los milagros de su hagiografía.
No hay más elementos narrativos en la pintura. No necesita más personajes, ni tampoco más simbología. Y sin embargo nos presenta a un personaje con toda su fuerza y nos podemos hacer perfecta idea de su carácter. Nos presenta al hombre en el centro del cuadro, y pese a ese hábito ocre, su figura se recorta sobre el paisaje de fondo en la parte más baja y un cielo de tonos neutros. De hecho la mayor nota de color vivo en toda la tela son las rosas que porta sobre el regazo.
Así como la luz se concentra en el rostro del santo y en toda la fuerza apasionada de la mano que eleva la cruz hacia la esquina superior. Eso hace que dirijamos nuestra mirada hacia la expresión de la cara de San Diego, la cual está completamente rodeada por colores pardos, abajo por la capucha del hábito, y arriba por el cabello negro y la oscuridad del cielo.
Esa expresividad es un prodigio dentro del arte de Ribera, pero además de eso hay muchos detalles propios de una obra maestra. Por ejemplo, si uno tiene ocasión de acercarse al lienzo, se puede admirar el detalle de la ropa. Se identifica la pobreza de los franciscanos, ya que se trata de un hábito confeccionado a base de trozos de ruda tela estameña, unos trozos que se cosen con un filo blanco, el cual es visible en el lienzo. Lamentablemente ese detalle y otros no son visibles en la reproducción que aquí mostramos. Para admirarlos se hace necesario ir a Toledo y visitar su Catedral donde nos aguarda este cuadro y otras muchas obras de primer nivel, sin ir más lejos la escultura de la Virgen Blanca.