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Sansón cegado por los filisteos de Rembrandt

Publicado por A. Cerra

Sansón cegado por los filisteos de Rembrandt

Este cuadro titulado Sansón cegado por los filisteos lo realizó Rembrandt van Rijn (1606 – 1669) y hoy en día se encuentra en el Städelsches Kunstinstitut de Frankfurt, en Alemania. Se trata de un obra de su primera fase, ya que la concluyó con solo 30 años junto a otras creaciones de temática religiosa. Y ese carácter de obra de juventud se nota claramente por la desbordante sensación de acción que se respira en la tela, algo que sin duda se debe a la influencia del gran pintor barroco del norte de Europa, Rubens, quien por cierto también pintó a los mismos protagonistas de este cuadro en su Sansón y Dalila.

Es un cuadro de lo más dramático. Al contemplarlo casi nos provoca alejarnos de la tela, temiendo que nos pueda salpicar el combate que estamos viendo. Una lucha entre un grupo de filisteos y un vencido Sansón, al que Dalila tras una noche de amor ha privado de su increíble fuerza al cortarle la cabellera. Momento en el que sus enemigos han aprovechado para dejarlo ciego, en un acto atroz de clavarle puñales en los ojos.

Descubrimos al protagonista dramáticamente iluminado y a los soldados se les ve a contraluz. Mientras tanto la mujer se gira para mirar al hombre caído y huye hacia el fondo llevando en su mano izquierda la melena cortada y en la derecha las tijeras. Todo es muy narrativo, algo que distingue las obras de juventud de Rembrandt respecto a las que hará en años posteriores, ya que cada vez se preocupará más de plasmar el mundo interior de sus personajes que su aspecto externo.

Es una pintura barroca plenamente, tanto por su colorido como por su dinámica composición creada a partir de un buen número de líneas en diagonal. Casi todas ellas convergiendo en el rostro de Sansón. Por ejemplo la lanza con la que amenaza el soldado situado a la izquierda. O la otra diagonal que forma su propio cuerpo desde la cabeza hasta su pie en alto. O las de los cascos brillantes de los dos soldados de la parte derecha, uno agarrando sus brazos con cadenas y otro clavándole la daga en el ojo. Esos ojos que ya no miran pero que parecen dirigirse a la cara de Dalila en la parte de arriba del cuadro.

También es muy barroca la concepción lumínica, la cual tiene mucho que deber al tenebrismo de Caravaggio, o más bien a sus seguidores que trabajaban en la ciudad de Utrecht y que conoció de primera mano Rembrandt que también vivía en los Países Bajos, aunque en la ciudad de Ámsterdam.

Es decir, estamos ante una obra barroca y de gran calidad, con detalles que se convertirán en sellos de identidad de Rembrandt como su dominio de las sombras y de los brillos que sirven para definir personajes en penumbra. Sin embargo, todavía no es un pintor genial. Con el paso de los años fue ganando en soltura en su pincelada y crear unas atmósferas lumínicas excepcionales, convirtiéndose en uno de los grandes pintores de todos los tiempos gracias a obras como su Mujer en el baño o la Lección de anatomía.