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Tinzenhorn, cerca de Monstein, de Kirchner

Publicado por A. Cerra

Tinzenhorn, cerca de Monstein, de Kirchner

Ernest Ludwig Kirchner es uno de los máximos representantes del Expresionismo en Alemania que se produjo durante los primeros años del siglo XX en las ciudades germánicas. De hecho, los ambientes urbanos eran el tema predilecto de esta corriente de las primeras vanguardias, tal y como podemos comprobar en obras como Cinco mujeres en la calle.

Sin embargo, Kirchner en el año 1918 abandonó Alemania para poner distancia tanto con la Primera Guerra Mundial como con diversas experiencias vitales muy traumáticas. Y buscó refugio en Suiza, un país repleto de montañas y valles asombrosos. Así que no es extraño que usara la pintura de esos paisajes tan impactantes para recuperar su ánimo.

Un ejemplo esplendoroso ese esta obra que representa Tinzenhorn, cerca de Monstein. Un cuadro que pintó entre los años 1919 y 1920, y que hoy se conserva en el Kirchner Museum de Davos, la ciudad alpina donde vivió muchos años y donde falleció en 1938.

El propio pintor escribió sobre este cuadro en su diario personal: “Soñé un cuadro de Tinzenhorn en rojo crepuscular; solo el monte azul contra el azul, muy sencillo”. Una descripción de lo más acertada.

La visión de ese paisaje es radicalmente distinta al nerviosismo y bullicio que transmitía con sus anteriores temáticas urbanas, emblemáticas del Expresionismo Alemán. Ahora el protagonismo de sus imágenes recae en la admiración por unas vistas que describe como acontecimientos naturales profundamente emotivos. Es un cuadro muy potente, de gran fuerza visual. Aprovecha toda la violencia formal que va implícita en los ideales expresionistas para trasladarlos a esas montañas, que de algún modo se puede relacionar con toda la energía primigenia y primitiva que tanto buscaban los artistas de vanguardia, especialmente los relacionados con el expresionismo.

Para plasmar todo eso, Kirchner utiliza los recursos que contempla en la naturaleza, desde las formas agrestes de las montañas hasta la espesura de bosques impenetrables para el hombre, pasando por los colores extremos que también se dan en el medio natural, como el rojo ardiente de un atardecer o el verde intenso de las praderas. Sin embargo, todo ello lo transforma y lo usa con criterios nada naturalistas. No da la impresión de pintar el lugar concreto de Tinzenhorn, sino toda la fuerza brutal y salvaje de esos parajes de los Alpes de Suiza. La vista puede ser identificable, también las sensaciones que expresa con ella pueden ser asumidas por los espectadores, pero eso no significa que haya aplicado realismo o naturalismo a su obra. Es puro color y expresividad. Una obra magnífica de la vertiente paisajística de este pintor.