Las hermanas de Kirchner
Esta obra del pintor alemán Ludwig Kirchner es una imagen emblemática tanto de su arte como de su vida personal. Hay que tener en cuenta que desde que Kirchner se trasladó a Berlín en 1911, sus cuadros de estilo expresionista retratando el mundo de la bohemia berlinesa se convirtieron en todo un referente para la ciudad. Si bien, él en 1917 se fue de forma casi definitiva a vivir a Suiza, donde fallecería en 1938. No sin antes ver, como los nazis declararon se arte de degenerado, confiscando centenares de sus pinturas.
A ello contribuyeron sus formas expresionistas, y también su propio modo de vida. En esa vida fueron muy importantes las dos hermanas aquí retratadas. Las conoció en 1912 cuando eran bailarinas en un local nocturno de Berlín. Se trataba de Erna y Gerda Schilling, y con ambas tuvo un romance Kirchner, si bien sería Erna, la mayor y aquí retratada con un moño y un vestido verde, la que se convertiría en su compañera sentimental hasta su muerte.
La obra la pintó en 1913 y nos las presenta vestidas y maquilladas para salir. Y aunque las figuras de las dos hermanas son tremendamente importantes en la composición del cuadro, hay un elemento central: el aguamanil. El agua es el símbolo de la inocencia y la pureza, y ellas se van a lavar, siendo dos personajes del mundo de la noche, de la marginalidad bohemia, por ello la escena tiene un significado de intimidad.
Kirchner logra fundir en una misma imagen lo público y lo más personal, siendo al mismo tiempo un doble retrato y una escena de baño. Ambas mujeres se entrelazan en la composición, y los fuertes colores de sus trajes y el blanco del aguamanil, definen sus contornos aunque haya una apariencia de caos.
Desde que las conoció, el pintor quedó fascinado por estas dos hermanas, tanto que le llevaron a un cambio en la representación de sus retratos femeninos. Los rostros que antes había pintado como en el Retrato de Franzi ante una silla tallada, a partir de que conoció a las hermanas Schilling se transforman en caras delgadas y perfiles muy angulosos, con cuerpos extremadamente estilizados. Una imagen que el convertirá en el estereotipo de la mujer moderna de la ciudad.
Y todo ello en el estilo expresionista típico de este pintor. Un expresionismo basado en el empleo del color. La paleta de Kirchner es ante todo de una enorme potencia, y lo materializa en brutales contrastes que le sirven para reflejar estados de ánimos y para renovar las composiciones en la superficie de sus cuadros.
Aquí ese estilo se manifiesta en el blanco casi impoluto del agua y su recipiente, un blanco que también aparece en los cuellos altos de las mujeres. Lo cual supone un enorme contraste con los intensos tonos primarios que predominan en la imagen. Porque toda la composición se basa en las manchas de rojo, azul y verde, complementados por los rosas y amarillos, extremadamente chillones y prototípicos de la pintura berlinesa de los primeros años del siglo XX.