Psique enseñando a sus hermanas los regalos de Cupido de Fragonard
Jean Honoré Fragonard (1732 – 1806) lo tenía todo para haber triunfado con el gran pintor francés del rey Luis XV y su célebre e influyente amante Madame Pompadour. Para empezar porque tenía un prodigioso talento natural para la pintura y además contó desde el principio con el favor y la recomendación de su maestro Francois Boucher que se encargó de darlo a conocer en el corte francesa.
Sin embargo, Fragonard nunca terminó de adaptarse a ciertos corsés que eran implícitos en los encargos reales. De manera que se tuvo que conformar con los encargos de particulares, ricos obviamente y muchos de ellos amigos suyos. Lo cual le dio la libertad creativa para dar rienda suelta a sus criterios artísticos, creando unas obras mucho más personales. De alguna forma, gracias a no contar con el favor real y de la más exclusiva aristocracia, se le permitió concebir una serie de obras que están entre lo mejor de lo mejor del arte rococó francés.
Y en este estilo fue muy importante la inspiración en la mitología clásica. De hecho este lienzo que pintó en 1753 y que hoy se encuentra en la National Gallery de Londres es un claro ejemplo de ello.
En este caso se basa en el relato de la vida de Psique y Cupido, cuya base era el texto poético del latino Apuleyo, que en Francia había sido también narrado por La Fontaine. Ahí se cuenta como Psique se ha instalado en un palacio por orden del dios del Amor, Cupido. Y no solo le ha dado esa residencia, sino que la ha colmado de regalos y tesoros. Unos obsequios exquisitos que muestra orgullosa a sus hermanas, aunque estas más que alegrarse, sienten una irreprimible envidia. Lo cual aquí viene plasmado por la presencia de una mujer cuya melena en realidad son serpientes. Es decir, es una personificación de Eris, diosa de la discordia.
Así que nos está contando que la felicidad de Psique no durará mucho, ya que sus propias hermanas se van a encargar entristecerla y de que acabe por desconfiar de Cupido, haciéndole creer que tiene una amante.
Lo cierto es que para plantear la escena, Fragonard, que entonces era muy joven, se basa en una pintura que su maestro Boucher había realizado para un tapiz. Sin embargo, pese a tener solo 21 años y una evidente deuda formal como discípulo, Fragonard ya se muestra como un artista único. Eso se manifiesta en especial en el tratamiento del color. Mientras que en Boucher suelen dominar acordes entre tonos azules y rosas, el alumno tiene una mayor calidez en su paleta y son mucho más importantes los dorados y naranjas.