Tormenta en el Lago de Galilea, Rembrandt
A lo largo de la historia de la pintura no todos los géneros pictóricos han tenido la misma relevancia de manera que si un pintor pretendía demostrar su valía debía realizar espléndidas obras de los conocidos como géneros mayores véase la pintura religiosa. De hecho la tradicional división del arte llegó a encasillar de tal manera a los artistas que muchos se especializaron en la representación de determinados elementos (para unos sería el fondo, para otros los animales o incluso en las manos de los personajes). Pero si un artista pretendía triunfar en el ámbito pictórico debía reunir todas las cualidades y demostrarlas en un gran cuadro, esto es precisamente lo que hizo uno de los artistas del arte barroco en la obra que aquí analizamos, La tormenta en el Lago de Galilea de Rembrandt.
Esta puede ser a priori una de las obras menos conocidas del artista holandés, sin embargo en ella se reúnen muchas de las características que han hecho de las obras de Rembrandt, algunas de las pinturas más valoradas de la historia. Además la pintura adquiere una singular importancia ya que fue la única marina pintada por Rembrandt a lo largo de su dilatada producción artística.
Rembrandt Hamerson Van Rijn (1606 – 1669) fue como pintor y grabador una de las figuras más destacadas del conocido como Siglo de Oro Holandés. La obra que aquí analizamos se trata de un óleo sobre lienzo vertical que mide unos ciento sesenta centímetros de altura y más de ciento veinte de anchura. La obra representa uno de los primeros milagros realizados por Jesucristo y que aparece descrito en el capítulo cuarto del Evangelio de San Marcos. Según éste Jesús calmó la tormenta que se levantó en el lago de Galilea cuando iba en una pequeña barca junto con otras catorce personas entre las que podemos encontrar un autorretrato del propio artista.
Así, la figura de Cristo aparece sedente en el barco mientras algunos de los navegantes se acercan a él para implorarles un milagro que les salve la vida. Especial atención merece el resto de los ocupantes de la embarcación, en ellos el artista ha desplegado sus capacidades a la hora de representar diferentes actitudes de modo que unos presentan rostros con auténticos pavor por la tormenta mientras que otros tratan de mantener la calma.
Pero sin lugar a dudas lo más destacado de la pieza son los efectos y el tratamiento lumínico en el que el artista ha puesto un especial interés. Como también podemos apreciar en otras obras barrocas del pintor barroco, en el lienzo se pueden diferenciar dos zonas con distinta iluminación, así mientras la derecha del lienzo parece más luminosa e incluso el agua y el cielo son más claros, en la parte izquierda hay mayores sombras y una luz mucho más tenue. En esta zona destaca la cabeza de Jesucristo como un pequeño unto de luz que simboliza la esperanza en la tormenta y alude a la resurrección tras la muerte.