Verrocchio como pintor
Fue un gran artista llamado Andrea di Cione, maestro de otros grandes creadores como Leonardo da Vinci, Lorenzo di Credi o el Perugino. Formado en el taller del gran maestro Donatello, su actividad se va a encaminar sobre todo hacia la escultura, aunque en su taller también se trabaja en las pinturas. Su primera obra conocida es una pintura al fresco de la “Virgen entre los santos Juan el Bautista y Antonio Abad” de la catedral de Florencia, en la que se advierte el sentido plástico vigoroso que va a caracterizarle, lo mismo que un gusto exacerbado por el elemento ornamental.
En las tablas “Tobías y los tres arcángeles” (en los Uffizi) y “El ángel y Tobías” (en la Nacional Gallery) aparece prestando una especial atención al tratamiento de la luz, y también del espacio, mostrando una mayor atención por el cromatismo. Otra de las obras que se le atribuyen es la tabla “Santa Mónica entre las religiosas de su orden” realizada para el Santo Spirito de Florencia, en la que sitúa la escena en un marco arquitectónico colocado ante un paisaje. Nos muestra a un grupo de religiosas que rinden sus respetos a otra situada en una especie de trono elevado. Verrocchio ha querido individualizar a cada una de ellas, como si se tratase de una especie de retrato colectivo, apareciendo individualizadas con inusitado detallismo, tanto físico como psicológico. El tratamiento cromático lo realiza a base de una armonía de negros, grises y verdes, contrapuestos a ocres y sienas.
Pero su obra más conocida es, sin duda “El Bautismo de Cristo” que Verrocchio realizó para San Salvi. Aparece a nuestra derecha la figura de San Juan Bautista derramando agua sobre la cabeza de Jesús, situado en el centro de la escena, mientras el Espíritu Santo (en forma de paloma) y Dios (se ven sus manos) confirman y asisten a la misma. Dos angelitos arrodillados a la izquierda sostienen un lienzo, contemplando el Sacramento. La escena se desarrolla ante un paisaje, en el que el fondo deja ver un paisaje brumoso de montaña que se atribuye a Leonardo, ya que enlaza con los que hará posteriormente. Es una obra de dudosas y polémicas atribuciones, ya que hay quien se la otorga a varios de sus discípulos entre los que se encontraría Leonardo da Vinci y Botticelli, aunque la mayoría de los autores aceptan la participación del maestro, y la de Leonardo en los dos ángeles arrodillados a la izquierda de Cristo y en el paisaje del fondo. Esta colaboración de varios artistas era habitual en la historia, el maestro era el supervisor y el que aseguraba la calidad de la obra, pudiendo participar directamente en la misma, para aumentar su valor. La mano de Verrocchio se deja sentir en el tratamiento escultórico de las anatomías de los dos personajes protagonistas, con un destacado dibujo y una dureza propia de una escultura. Según Vasari Verrocchio resolvió “no tocar más los pinceles porque Leonardo, tan joven en aquel arte, se había portado mejor que aquel”.