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Virgen de la Leche, Luis de Morales

Publicado por Laura Prieto Fernández

La Virgen de la Leche el cuadro más representativo del pintor renacentista Luis de Morales. Se trata de una pequeña obra de poco más de ochenta centímetros de alto y sesenta y cinco centímetros de anchura de formato alargado con formato vertical realiza en óleo sobre lienzo que en la actualidad se expone en una de las salas del Museo del Prado de Madrid.

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Luis de Morales (1509 – 1586) apodado el divino es una de las figuras más destacadas del estilo manierista que se desarrolló en toda Europa durante el siglo XVI. En realidad no son muchos los datos que se tienen acerca de su vida y a día de hoy incluso su fecha de nacimiento es muy discutida, algunos historiadores la retrasan hasta la década de los veinte. En cuanto a su formación parece ser que el artista comenzar sus estudios en Sevilla de la mano del artista Pedro de Campaña para, posteriormente, trasladarse a Portugal, así se aprecia en la influencia que algunas de sus obras tienen de la escuela portuguesa y concretamente de los lienzos de Fray Carlos. Algunos historiadores del arte hablan de un posible viaje a Italia donde Morales pudo conocer las obras de los grandes genios renacentistas aunque este hecho aún no parece del todo esclarecido. Sea como fuere, lo cierto es que el artista estuvo circunscrito al ámbito de Extremadura sin embargo su pintura ejerció una fuerte influencia en toda la Península.

En la Virgen de la Leche, también conocida como Virgen con Niño, Luis de Morales nos presenta una obra de pequeño formato, intimista y muy relacionada con el sentimiento contrarreformista de su época y una clientela que buscaba la devoción privada. Se trata de un tema muy común en la pintura medieval que el artista plantea con una composición novedosa; la Galactofructosa o Virgen amamantando al Niño se representaba tradicionalmente con el pecho de la Virgen descubierto mientras que Luis de Morales plantea una imagen más recogida. El Niño y su Madre se miran amorosamente mientras éste introduce la mano en busca de alimento en el pecho de la Virgen. María inclina el rostro buscando la mirada de su Hijo, mientras que éste hace lo propio con su Madre.

La escena se desarrolla en un fondo neutro y oscuro que pretende pasar desapercibido frente a los personajes, en la esquina inferior derecha se aprecia una bancada como el único elemento que nos ofrece una referencia espacial. Las figuras tienen un corte alargado propio de la estética manierista del pintor, mientras que los rostros ovalados remiten a las obras escultóricas de Donatello. También se hace patente la influencia de Rafael en la dulzura con la que el artista ha representado a la Virgen.

La luz incide directamente en los personajes marcando un profundo claroscuro con el resto de la composición. Los colores fríos recuerdan a las pinturas de la escuela flamenca al igual que el minucioso y detallista trabajo de las vestiduras apreciable en la finísima tela que el Niño levanta del manto de su Madre.