Vista de la Catedral de San Nicolás de Benjamin Patersen
Benjamin Patersen, también conocido como Patersson, nació en Suecia hacia el año 1748 y se formó en la ciudad de Göteborg, desarrolló la práctica totalidad de su carrera como artista lejos de las tierras escandinavas. Eso sí, siempre a orillas del mar Báltico, primero en sitios como Letonia y Lituania, y de forma definitiva en Rusia, en la ciudad de San Petersburgo, lugar en el que realizó el grueso de su obra y donde falleció en 1815.
De toda esa producción es un buen exponente esta Vista de la Catedral de San Nicolás de San Petersburgo que se fecha en el 1800. Un óleo que hoy en día está en el Museo del Ermitage de la misma ciudad, de hecho allí está el mayor número de sus cuadros, que casi siempre son paisajes urbanos como este.
El pintor quedo prendado de los muchos encantos de la capital de los zares, y también a la realeza rusa le encantó mucho su trabajo, ya que acabó por convertirse en pintor de la corte desde el año 1800. Y es que el propio zar Pablo I le encargó una serie de lienzos que fueran panorámicas de la ciudad a orillas del río Neva, y le gustaron tanto al mandatario, que lo nombró pintor a su servicio. Una labor en la que también tuvo que desarrollar su arte para el retrato.
Si bien, su fórmula para el paisajismo fue lo que le ha hecho pasar a la historia del arte ruso. Por regla general, sus vistas urbanas tienen una línea muy marcada del horizonte, y juega con unas atmósferas dominadas por los tonos del azul y los dorados, gracias al protagonismo que le concede a los cielos, los canales y el río Neva.
Por otra parte su legado nos permite disfrutar de artísticas postales que recuerdan los grandes monumentos de San Petersburgo tal y como eran a comienzos del siglo XIX. Aquí vemos a la Catedral de San Nicolás, pero en otros cuadros vemos diversos palacios, la Academia Imperial de las Artes o el Castillo de San Miguel, por solo citar algunos.
Un magnífico muestrario del ingente patrimonio que atesora la vieja capital de los zares. En total pintó más o menos un centenar de visitas urbanas de San Petersburgo, de las cuales hasta un tercio son pinturas al óleo, mientras que el resto se reparten en imágenes realizadas con la técnica de la acuarela e incluso con los grabados tintados. En definitiva, un buen cronista gráfico de ese momento histórico y de esa ciudad.