Vista de San Giorgio Maggiore en Venecia de Guardi
La ciudad de Venecia en el siglo XVIII ya estaba en decadencia y ya había perdido gran parte de su poderío económico y comercial de las centurias pasadas. Sin embargo, en el campo artístico los pintores venecianos de finales del Barroco practicaron un estilo de obras de gran valor, y además de muy fácil venta al público más rico. Ya que se especializaron muchos de ellos en las vedute o vistas de la ciudad, que vendían a los viajeros ilustrados que llegaban de forma constante a Venecia, ya que entre las clases aristrocráticas europeas era toda un tradición hacer el Gran Tour, un viaje por Italia para empaparse de toda su cultura, y desde luego, Venecia era una parada obligada en su recorrido.
Por este motivo surgió la obra de artistas como Bernardo Belloto, Canaletto o Francesco Guardi, seguramente los más representativos del Settecento veneciano. Todos ellos presentaban una ciudad alegre, lujosa, hedonista, manteniendo la imagen del pasado, de cuando la ciudad de los canales era todo prosperidad. E incluso a veces ambientaban sus vistas representando episodios históricos de los más glamuroso como en La llegada del embajador francés.
De todos esos pintores, entre los que también habría que citar a Luca Calevarijs o Michele Marieschi, el caso de Francesco Guardi (1712 -1793) es un tanto especial, ya que en muchas de sus obras se transmite la atmósfera de decadencia y de tristeza que ya embargaba a la ciudad. Sobre todo en sus obras finales, en su periodo de madurez. Y como buen ejemplo se puede mencionar esta Vista de la isla de San Giorgio Maggiore, un lienzo que inició en 1765 y que no acabó hasta 10 años más tarde. Esta pintura en la actualidad se conserva en el Museo del Ermitage de San Petersburgo, en Rusia.
Francesco Guardi procedía de una saga de pintores venecianos. También sus hermanos fueron pintores, e incluso su hermana se casó con otro de los grandes artistas del momento: Giambattista Tiepolo. Esos contactos, su formación en el taller de Mareschi y su indudable maestría con los pinceles le valieron que desde bien pronto recibiera abundantes encargos.
Pero cada vez su arte se fue haciendo menos oficial y más personal. Creando composiciones en las que llaman la atención sus sfumatos, sus neblinosos difuminados de la ciudad. Al final ya no pinta tanto paisajes urbanos de la ciudad, como sus atmósferas a partir del color y el espacio, algo por lo que su obra fue muy admirada por los pintores impresionistas posteriores. De hecho su estilo se ha denominado como pintura de toque, ya que se realiza a partir de pequeñas pinceladas, lo cual le diferencia de un estilo tan sólido y preciso como el de Canaletto. Esta comparación entre el estilo de Guardi y el de Canaletto es una constante en la crítica del arte, ya que pintando lo mismo y en el mismo momento, estos dos genios de la pintura veneciana barroca lo hicieron con características completamente diferentes.