Frescos de la Abadía Monte Oliveto Maggiore
En el año 1497 el pintor renacentista Luca Signorelli, famoso por sus pinturas religiosas, recibió el encargo de pintar los frescos para decorar el claustro mayor de la Abadía de Monte Oliveto Maggiore en la Toscana. Pero lo cierto es que aquí solo realizó una pequeña parte del trabajo, y un año después lo abandonó.
De esta manera aquel trabajo inacabado terminó en manos de Giovanni Antonio Bazzi, más conocido en la época como Il Sodoma dada su homosexualidad. Una artista que trabajó aquí entre los años 1505 y 1510.
Así que este artista concluyó todo un ciclo pictórico que viene a narrar toda la vida de San Benito siguiendo sobre todo el relato del Papa Gregorio Magno. De hecho el pontífice había sido fundador de esta abadía benedictina ubicada en la población de Asciano, y allá por los finales del siglo VI escribió la biografía de aquel monje, incluyéndola en su obra más amplia Diálogos donde aparecen otros muchas hagiografías de santos de origen italiano.
Al igual que aquel libro, las pinturas de Il Sodoma son a mayor gloria del santo y de la Regla de San Benito basada en el “ora et labora”. Es decir, la primera vez que se decía que los monjes tenían que combinar la vida contemplativa y de oración con el trabajo manual. Y eso se ve muy claro en estas pinturas al fresco.
Por ejemplo hay escenas en las que se ve como San Benito de Nursia y su primera comunidad levantan con sus propias manos el Monasterio de Montecassino, un auténtico acontecimiento trascendental en la historia de la Iglesia durante la Edad Media.
E igualmente Il Sodoma representa en estos frescos el día a día de la comunidad de monjes. Y lo hace con todo tipo de detalles, como se puede apreciar en la escena que aquí os mostramos, donde se descubre a los frailes sentados a la mesa del refectorio. Y vemos como el pintor se ha detenido en plasmar con mimo las vajillas o la comida de los monjes. Eso sí, no tal y como serían en el siglo VI cuando vivió San Benito, sino tal y como eran el siglo XVI cuando hizo el trabajo. Por ello son documentos gráficos muy interesantes para saber la cotidianeidad de estas comunidades.
Aunque no todo es documento histórico. Por supuesto las pinturas al igual que el relato de Gregorio Magno se conciben como una exaltación de San Benito. Por eso no hay capítulo de las pinturas que no esté vinculado con algún hecho sobrenatural atribuido al santo. Como por ejemplo cuando resucitó a un monje muerto durante la construcción del monasterio.
En definitiva, estamos ante un buen conjunto de la pintura religiosa de comienzos del Cinquecento.