Vista desde una ventana de Matisse
En 1912, el francés Henri Matisse emprendió un viaje a Marruecos, concretamente a la ciudad de Tánger, la cual gozaba de un ambiente mucho más cosmopolita que el resto del país. Los motivos para emprender ese largo viaje era recuperar el ánimo tras una mala temporada tanto en el plano personal como profesional. Entre los hechos que más le habían afectado estaba el fallecimiento de su padre. Mientras que profesionalmente no había conseguido vender sus cuadros de La Danza y La Música, los cuales por otra parte estaban destinados a convertirse en dos iconos de toda su producción.
Así que emprendió el viaje a Tánger, a sabiendas de que se iba encontrar una ciudad radiante de luz y color, tal y como la había descrito en el pasado siglo el pintor romántico Eugene Delacroix que realizó aquí infinidad de bocetos, dibujos y acuarelas.
Sin embargo cuando llegó a la ciudad tuvo que pasar varios días en la habitación del hotel donde se alojaba, ya que se dieron un par de semanas de lluvia constante, algo bastante singular en este lugar del norte de África. De manera que uno de los primeros cuadros que hizo fue esta Vista desde la ventana. Y el cuadro no solo hoy cuelga en un destacado museo, el Pushkin de Moscú. Además de eso se ha convertido en una atracción turística tangerina, ya que el Hotel Ville de France donde se hospedó sigue abierto hoy en día tras una profunda restauración, y la habitación que ocupó Matisse, la numero 35 es la más demandada para poder contemplar una vista muy similar a la que pintó el artista fauvista en la que se ve la ciudad antigua y la bahía.
Tras esos primeros días prácticamente recluido en su alojamiento, lo cierto es que al final Tánger cautivó al pintor y allí realizó numerosas obras retratando a su modo rincones de la medina y la kasbah. Pintó alguna de las puertas de la vieja ciudad o fachadas de casas y mezquitas. Además de retratar a numerosos habitantes de Tánger, los cuales por aquel entonces vestían sus trajes más tradicionales realizados a base de telas con colores muy vivos. Algo que le fascinaba a un amante del color como fue Henri Matisse. Tan a gusto llegó a encontrarse en la urbe marroquí que dejó escrito que el paraíso existe en alusión a la ciudad. Es decir, que el objetivo de recuperarse anímicamente con este viaje de varios meses, realmente lo consiguió.