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Pentecostés de El Greco

Publicado por A. Cerra
Pentecostés de El Greco

Pentecostés de El Greco

Este lienzo pintado al óleo por El Greco lo realizó hacia el año 1606, es decir, el periodo de madurez y mayor esplendor de este artista de origen griego, como indica su sobrenombre, y afincado en España, concretamente en la ciudad de Toledo. Por ello, la inmensa mayoría de su producción pictórica se conserva en tierras hispanas, y entre ellas se cuenta este cuadro expuesto en el museo del Prado de Madrid.

El Greco, además de un grandísimo pintor tuvo también mucho de místico, por esa razón gran parte de sus obras son de temática religiosa. Y en estas obras que relatan sus visiones de la religión tiene una enorme importancia la luz. De hecho, él consideraba que la luz no solo le servía para construir la composición de sus cuadros, sino que la luz le da su forma completa a la pintura. En este sentido, Pentecostés puede que sea su obra más ejemplar.

Aquí una serie de llamas arden sobre las cabezas de los personajes y cada figura, a su vez, tiene formas llameantes. Todos ellos están pasmados por la revelación celestial, un cielo al que miran y se aparece la luz de Dios manifestado en la forma de paloma del Espíritu Santo. Todo en la obra vibra como las llamas, y en realidad algún crítico lo ha descrito como una danza de luces.

Además de su habilidad para capturar la luz y la energía mística en sus pinturas, El Greco también era conocido por su habilidad para capturar la emoción humana. Sus figuras a menudo parecen estar en un estado de éxtasis o tormento, y sus rostros están llenos de una intensidad emocional que rara vez se ve en la pintura de la época. Esto es especialmente evidente en Pentecostés, donde los apóstoles parecen estar en un estado de asombro y temor ante la aparición del Espíritu Santo.

Una de las características del personalísimo estilo pictórico de El Greco es su fantasía abstracta y los gestos arbitrarios de las figuras, como si fuera radiaciones de la luz. En todo ello, se han creído ver arrebatos místicos del autor. Aunque rastreando en su biografía se pueden encontrar datos para comprender este tipo de elementos.

El Greco nació en la isla de Creta, y evidentemente allí creció viendo los tradicionales iconos bizantinos de la religión ortodoxa, donde las figuras no son en absoluto realistas. En esta línea daría sus primeros pasos en la pintura.

Posteriormente viajaría a Venecia, donde la escuela pictórica de esa ciudad era conocida por su maestría en el tratamiento del color y la luz. Más tarde se desplazaría a Roma, y allí conoció las obras de Miguel Ángel y las formas de la emergente pintura manierista. Y por fin llegó a Toledo donde se sumergió en el espíritu místico de Santa Teresa de Jesús. Y aquello se transformó en el impulso y el motivo para su arte. Hasta que consiguió que el color y, sobre todo la luz, fueran el verdadero contenido místico de su mensaje.

Hay otros críticos que han definido a El Greco como un pintor “poseído” que llegó a romper el ritmo y la razón. Que ensalzaba lo inconsciente, y por eso a veces sus figuras parecen posar en actitudes torturadas. El Greco también fue un maestro en el uso de la perspectiva y la composición. Sus obras a menudo presentan una disposición compleja y dinámica de figuras, y sus composiciones a menudo parecen desafiar las leyes de la perspectiva tradicional, lo que contribuye a su sensación de energía y movimiento.

En definitiva, El Greco está considerado como un pintor de estilo manierista con una importante formación de origen griego e influido por el arte italiano y español renacentista, y es cierto que tiene rasgos que asemejan su pintura con otros contemporáneos como Parmigianino o Bronzino, pero la realidad es que este artista fue distinto a todos, único en su estilo. Su habilidad para capturar la luz, la emoción y la energía mística en sus pinturas lo distingue como uno de los grandes maestros de la pintura europea.