Basílica del Sagrado Corazón de París
Esta iglesia se ha convertido en uno de los iconos de la capital francesa y uno de sus lugares más visitados. Y, ¿por qué? Porque su curiosa silueta es visible desde muchos puntos de la ciudad al situarse en la parte alta de la colina de Montmartre. Y también porque sus formas son de lo más agradables y atractivas, fruto de un gusto por la arquitectura ecléctica e historicista que se dio durante todo el siglo XIX y los comienzos del siglo XX.
De hecho la construcción de este edificio comenzó en el año 1874 y su definitiva culminación no tuvo lugar hasta el 1914. Unos años en los que el barrio parisino de Montmartre se había convertido en el epicentro mundial del arte, ya que en las calles de este barrio vivieron y trabajaron genios como Renoir, Touluse Lautrec, Picasso o Modigliani.
La Basílica del Sagrado Corazón (el Sacré Coeur, como es mundialmente conocido) es una obra de los arquitectos Paul Abadie y Lucien Magne. Ellos decidieron planificar un edificio que inmediatamente nos recuerda las formas de las construcciones romanas y bizantinas, lo cual es fusionado con elementos más propios de la arquitectura románica.
La verdad es que la iglesia se puede denominar como un gigantesco híbrido de estilo, un pastiche de formas. Algo que le fascinaba a su arquitecto principal, Paul Abadie (1812 – 1884), el cual murió antes de ver concluida la obra, pero cuyo diseño se siguió por parte de sus seguidores.
Y una de las características en las que más hizo hincapié Abadie fue en el empleo de una piedra caliza de color blanco traída desde las canteras de Château-Landon. Una piedra que llama poderosamente la atención por su color blanco brillante, pero que además tiene la cualidad de no retener excesivo polvo y por lo tanto no oscurece con el paso del tiempo. El uso de esta piedra con el paso de las décadas se ha demostrado un completo acierto, ya que su color blanco ha ayudado todavía más a convertir el templo en uno de los símbolos más reconocibles de París.
Tras ese tono blanco, el otro gran elemento carismático del Sacré Coeur son sus cúpulas. Unas cúpulas muy esbeltas y alargadas, las cuales se sustentan en un auténtico amasijo de volúmenes encajados como si fueran módulos de un mecano. Dentro del gusto ecléctico, por un lado hay que decir que tanto la forma de las cúpulas, sobre todo la central, o las dimensiones de la torre que hace de campanario, sin duda evocan el gusto por la altura de la arquitectura gótica. Sin embargo, su aspecto nada tiene que ver con esas formas al ser una mezcla de las cúpulas más clásicas con toques orientalistas.
Y a modo de curiosidad, hay que decir que cuando se construyó este templo no se concibió como una basílica o una iglesia, si no que la promovió la Asamblea Francesa como un lugar de peregrinación en el que se recordara a los ciudadanos muertos durante la Guerra Franco Prusiana.