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Biblioteca Nacional de Argentina

Publicado por A. Cerra

Biblioteca Nacional de Argentina

El arquitecto Clorindo Testa (1923 – 2013) se ha convertido en uno de los más influyentes en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX. Aquí ha dejado innumerables obras de categoría. Pero quizás la más emblemática sea la sede de Biblioteca Nacional de Argentina en Buenos Aires. Un edificio en el barrio Recoleta que puede ser declarado al mismo tiempo el más hermoso de la capital, o el más horrendo. Según los gustos.

Lo cierto es que la obra ha quedado como uno de los iconos de la trayectoria del artista, a la altura de su proyecto para el Banco de Londres, la que le convirtió en un arquitecto de prestigio, o el Centro Cultural Recoleta, obra cumbre de su eclecticismo.

Pero pese a que la Biblioteca Nacional sea su obra más afamada, la verdad es que se trato de una obra muy compleja. Para empezar por su propio desarrollo. Hay que saber que Testa realizó un primer proyecto y ganó el concurso para la realización del edificio en el año 1961. Sin embargo, el inmueble no se comenzó hasta 10 años más tarde y no pudo inaugurarse hasta 1992. Y aún así, no se concluyó por completo, ya que le faltan unos parasoles que estaban en el proyecto. Tal vez por ese motivo, esta enorme mole de cemento que parece emerger sobre cuatro pilares, parece que está inacabada. Y de alguna forma así es.

Pese a ello, la funcionalidad de la Biblioteca es incontestable entre otras cosas porque en ella se puede separar claramente dos ámbitos. Por un lado hay que hablar de lo que se ve, que es la zona pública. Es decir en el edificio visible desde la plaza donde están las oficinas o las salas de lectura. En total, unos 4.000 metros cuadrados. Pero el inmueble en su totalidad dispone de 45.000. ¿Cómo? Porque su inmensa mayoría son los almacenes de libro, y todo eso están en niveles subterráneos.

Desde un punto de vista estilístico, el edificio lo tenemos que calificar como de arquitectura brutalista. Un estilo que tiene como inspiración al suizo Le Corbusier, pero desde él se evolucionó hacia edificios cada vez más desnudos. Construcciones que dejan a la vista todas sus estructuras de rudo hormigón, donde no hay nada de ornamentación, y todo se rige por las duras líneas geométricas. Evidentemente son formas con su peculiar belleza, pero cuando se trata de edificios de enormes proporciones, su aspecto es a veces excesivamente bruto, que puede significar vasto o feo siguiendo la traducción de la palabra italiana. En definitiva, que está clara la denominación de este estilo y la adscripción de la Biblioteca Nacional al mismo.