Bodegas del Marqués Riscal, Frank O. Gehry
El proyecto de Frank O. Gehry para las Bodegas del Marqués de Riscal es una de las mejores obras vanguardistas en las que se puede apreciar la convivencia y simbiosis entre arquitectura contemporánea y el espacio natural. En la obra Gehry trata de plasmar modernidad y tradición, el lema de unas bodegas que han recorrido una andadura más que centenaria.
Frank Owen Gehry nacido en 1929 en Canadá se ha convertido en uno de los arquitectos vivos más refutados de nuestro tiempo. Estudió arquitectura en la Universidad de California del Sur y urbanismo en Harvard. Asentado algún tiempo en París el artista pudo conocer la obra de grandes arquitectos y estudiar las formas europeas, a su vuelta abrió su propio estudio de arquitectura donde pronto cosecharía sus primeros éxitos. Su estilo único y personal se ha convertido en un referente mundial; megalómanas formas geométricas que se torsionan y extienden en un sinfín de movimientos.
En 2007 comienzan los trabajos de construcción para El Marqués de Riscal a pesar de que el proyecto se remontaba a 1998; situado en Elciego, provincia de Álava, el proyecto no sólo se trataba de la construcción de una bodega sino de un complejo enoturístico que permitiera albergar a los visitantes, hacer recorridos por los viñedos, restaurantes, bodega… en definitiva lo que vendrá a conocerse como la Ciudad del Vino. Para su realización el arquitecto decidió apoyarse en el estudio de arquitectura IDOM.
El edificio se apoya en tres grandes columnas de hormigón que ejercen de base para todo el conjunto y que permiten el acceso al hotel diseñado éste en plantas superpuestas y retranqueadas. La construcción se ha realizado siguiendo el mismo concepto que en el conjunto del proyecto y la filosofía de la bodega “tradición y modernidad” así Gehry combina elementos tradicionales como la piedra o la madera con la innovación de los canopies de acero.
Estos canopies son enormes placas metálicas revestidas de acero inoxidable, cristal y titanio en distintos colores que ofrecen al espectador una visión coloreada del conjunto gracias a los matices en plata, oro y, como no tratándose de una bodega, rojo que desprenden sus formas contoneadas. Pese a su belleza visual constructivamente resultaron ser uno de los elementos más complicados de la construcción puesto que si bien su peso no resulta excesivo pueden actuar como velas concentrando el viento en lugares concretos lo que resultaría muy dañino para la construcción.
El interior del hotel también fue diseñado por el estudio de Frank Gehry, en él se destaca las formas sencillas y discretas que no quitan protagonismo pero que sí están cuidadas hasta el último detalle. La genialidad del artista se hace presente en los más mínimos detalles para que el conjunto sea plenamente global y armónico.
Así el arquitecto canadiense ha conseguido una vez más la creación de un espacio protagonizado por el movimiento y que, muy en relación con el comitente, es una explosión para los sentidos: el color de la arquitectura y el olor del vino se entremezclan con un exquisito paisaje natural.