Castillo de Chiverny
Posiblemente el castillo de Cheverny no sea el más espectacular de los castillos palaciegos que componen el conjunto patrimonio del Valle del río Loira en Francia. Y menos aún si lo comparamos de algunas de las edificaciones más hermosas y afamadas como son el Castillo de Chenonceau o el de Chambord. Sin embargo, al de Cheverny se le puede considerar uno de los mejores representantse de la arquitectura clásica francesa.
Sus orígenes se remontan al siglo XVI con un primer castillo, pero de aquella construcción inicial no queda demasiado. De hecho el grueso del edificio que hoy se mantiene esplendorosamente en pie se levantó entre 1624 y 1630, en tiempos del marqués Henri Hurault quién encargó al arquitecto Boyer de Blois su diseño y realización. Una obra en la que contó con la estrecha participación del pintor y decorador Jean Monier (1600 – 1656), un artista local que trabajó aquí durante mucho tiempo.
Por cierto varios siglos después, la construcción sigue en manos de los descendientes de los Hurault, quiénes todavía habitan su château (palacio, en francés), aunque eso no impide que sea visitable en la actualidad.
Una de las características de la construcción es su color blanco, algo que se debe al empleo de una piedra toba local de ese tono para sus fachadas, que todavía han incrementado su blancura con el paso del tiempo, a la vez que por sus características naturales también se endurece. Las formas de la fachada van alternando volúmenes geométricos cuadrangulares y se animan por ligeras molduras y la apertura de ventanas en todas sus caras. Mientras que la cubierta es base de pizarra negra. Sin duda, una construcción muy clásica y que recoge todas las ideas del arte renacentista, que en gran parte había traído el gran Leonardo da Vinci a esta región, ya que en sus últimos años se desplazó a Francia para trabajar para el rey galo.
No obstante si su aspecto exterior es imponente. Realmente lo más llamativo es su interior con estancias realmente señoriales como su comedor, la sala de armas o la gran escalera de honor que organiza el tránsito entre las distintas plantas, uniendo la parte pública y protocolaria con las habitaciones más privadas de la familia.
Y además hay que destacar, como suele ser habitual en este tipo de châteaux franceses la presencia exterior de unos amplios jardines, en los que con el paso del tiempo se han ido mezclando estilos de paisajismo, con zonas de inspiración inglesa, francesa, con arboretos e incluso un huerto.
En definitiva, un monumento impresionante y que entre otras muchas cosas le sirvió de inspiración al dibujante Hergé para idear el castillo que tiene en propiedad el capitán Haddock, uno de sus personajes más célebres de los aventuras de Tintín.