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Catedral Autun

Publicado por Laura Prieto Fernández

La catedral de Autun en Francia fue consagrada a San Lázaro y en ella se puede apreciar una de mejores mezclas estilísticas entre las formas románicas y el estilo gótico. La obra se levantó en la primera mitad del siglo XII entre los años 1120 y 1146 siguiendo las pautas del estilo románico, sin embargo con el paso de los años el edificio fue sufriendo distintas restauración y añadidos acometidos según la estética gótica. La localidad de Autun ya contaba con una catedral antes de que se levantase esta construcción, se trataba de la Catedral de Saint Nazaire que albergaba las reliquias de San Lázaro; sin embargo en el siglo XII el número de peregrinos que pasan por Autun se había multiplicado y las nuevas necesidades de espacio hacían que Saint Nazaire resultase insuficiente para el cobijo de los fieles.

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Así se decidió levantar un nuevo templo que siguiese las mismas formas que el Monasterio de Cluny o la Basílica del Sagrado Corazón de Paray le Monial. Se trata de una iglesia de peregrinación con planta de cruz latina divida en tres naves: la nave central más ancha y alta que las laterales aparece cubierta con bóveda de cañón mientras que las laterales se cubren con bóveda de arista. El crucero marcado en planta y reforzado por arcos fajones precede la sencilla cabecera tripartita con girola en torno al altar mayor que permite la peregrinación de los fieles por el templo sin interrumpir los oficios.

Pero si por algo destaca realmente la Catedral de Autun es por albergar en el pórtico de su fachada principal algunas de las esculturas del célebre artista de la Edad Media, Gilesbertus de Autun. No fue hasta finales de la Edad Media cuando los artistas comenzaron a valorar realmente tanto su trabajo como para dejar su nombre impreso en las obras que hacían. Gilesbertus es uno de los pocos artistas de época románica de los que conocemos su nombre. El tímpano de la portada representa una escena tradicional en la iconografía románica, el Juicio Final. En la escena podemos observar a Jesucristo dentro de una mandorla o almendra mística con los brazos estirados. Rodeando la mandorla no se sitúa el tetramorfos como venía siendo costumbre sino la representación de cuatro arcángeles.

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Jesucristo, de mayor tamaño que el resto de las figuras, es el centro de la composición; el resto de los personajes se disponen en diferentes registros horizontales. Así podemos encontrar a los Apóstoles situados a la derecha de Jesucristo, a San Miguel realizando el pesaje de las almas o los monstruos demoniacos que arrastran a los condenados hasta el infierno. En la zona superior destaca la presencia de la Virgen María entronizada y observando la escena. Gilesbertus ha optado por alejarse de la temática tradicional que se desarrolla en los pórticos románicos y ha optado por utilizar elementos vegetales en las arquivoltas del tímpano y escenas profanas en las jambas de las puertas.

La portada presenta una clara intención didáctica; las figuras lejos de ser naturalistas responden a parámetros como la crisocefalia, la simetría o simetría.