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Catedral de Lincoln

Publicado por A. Cerra

Catedral de Lincoln

La Catedral de Santa María de Lincoln en Inglaterra es uno de los grandes templos góticos del Reino Unido. Una obra que forma parte de lo más selecto de este arte junto a construcciones como la Catedral de Salisbury o la de Gloucester.

Su construcción se emprendió en el siglo XI pero las obras se alargaron mucho en el tiempo, de hecho no se dio por concluida hasta el siglo XIV. Es cierto que la obra inicial en estilo románica y auspiciada por el obispo Remigio de Fécamp, se acabó unos años de empezar el siglo XII, pero aquella obra románica primero fue pasto de las llamas, y más tarde sufrió un devastador terremoto, por lo que se emprendió una larga reconstrucción en tiempos del obispo Hugo, quien más tarde sería canonizado y cuyas reliquias depositadas en esta iglesia serían motivos de peregrinación hasta la ciudad de Lincoln.

Fue entonces cuando se generó el esquema gótico del templo, y se incorporaron elementos claves como la bóveda de crucería o los arbotantes, y sobre todo los grandes ventanales perfectos para la colocación de vidrieras. No obstante, aquello no era más que el principio.

Vidrieras de la Catedral de Lincoln

El templo fue agrandado con posterioridad y a comienzos del siglo XIV, ampliando considerablemente su fachada occidental rematada por dos torres y añadiendo una más central. Esta última torre en algún momento de su historia alcanzó los 160 metros de altura gracias a un altísimo chapitel y una aguja de madera. Sin embargo, aquella estructura se perdió durante una tormenta del año 1549. Por eso hoy en día su altura es aproximadamente la mitad. Aún así el volumen del edificio es imponente, e incluso en la actualidad es una construcción bien visible a lo largo y ancho de varios kilómetros a la redonda del condado de Lincolnshire, por lo que hay que imaginarse la impresión que causaría a las personas de la Edad Media.

Interior de la Catedral de Lincoln

Y si por fuera es impresionante, también lo es por dentro. Especialmente en la zona del transepto con los dos espectaculares vitrales que hay en sus extremos. Estas vidrieras se llaman el Ojo del Deán, y el Ojo del Obispo. Y ciertamente son impactantes tanto por su colorido como por sus dimensiones, y por supuesto por los dinámicos efectos de luz que generan en el interior del templo.