El Golden Gate de San Francisco
El Golden Gate de la ciudad californiana de San Francisco es sin duda alguna una magnífica obra de ingeniería y de arquitectura, pero también es una descomunal obra de arte, ya que es uno de los puentes más hermosos y fotografiados del mundo, además de uno de los más inspiradores.
La obra tardó cuatro años en realizarse, desde 1933 hasta 1937, si bien los trámites para su construcción habían comenzado antes. Aunque el mazazo económico que supuso el Crack de 1929 supuso un largo retraso para la consecución del dinero que garantizaba la construcción. Y es que el Golden Gate surgió por las propias necesidades del tráfico rodado en San Francisco.
Durante los años 20, el número de vehículos en la ciudad y su área metropolitana se había incrementado de manera notable. De forma que los ferrys que navegaban por la Bahía de San Francisco no eran capaces de absorber tanto movimiento. Por ello en 1928 se decidió construir este puente entre la propia ciudad de San Francisco y la zona de Sausalito. Sin embargo, como hemos dicho, la obra no pudo comenzar hasta enero de 1933.
En ese momento se colocó al frente de los trabajos el ingeniero Joseph Strauss, el cual no solo dirigió los trabajos, sino que introdujo importantes aportaciones, sobre todo en materia de seguridad para los trabajadores. Los cuales debían llevar un equipo de seguridad, y además se colocó una red que impidió que ciertas caídas tuvieran un desenlace fatal. Si bien es cierto que en una obra de estas dimensiones era muy difícil evitar la muerte de trabajadores, y las hubo tanto entre los constructores como entre los buzos que debían trabajar bajo el agua.
Y es que una parte muy importante de la obra son los dos grandes pilares o torres que se asientan en el agua. Dos torres que alcanzan los 227 metros de altura, y en las que se invirtieron más de dos años de trabajo. Porque hasta que no estuvieron concluidas no se podían tender los dos gigantescos cables de acero que sostienen toda la estructura del puente colgante.
Estos cables alcanzan el metro de diámetro y son fruto de la unión de muchísimos alambres, concretamente más de 27.500. Estos cables unen las dos torres y de ahí a la superficie terrestre, de manera que así se puede lanzar el tablero central para el tráfico. El cual desde su construcción y hasta 1964 lo convirtió en el puente colgante más largo del mundo.
Ese galardón lo perdió, y ya no es ni siquiera el puente más grande de San Franciasco, ya que en la actualidad es mayor el Bay Bridge. Sin embargo, como decíamos al principio su belleza es indudable. Y eso se debe a sus formas armónicas y también a su color. Un tono característico rojo anaranjado que en realidad fue una necesidad. Ya que pronto se vio que la salinidad del océano Pacífico era capaz de acabar con cualquier pintura que se le aplicase y lo único que resistía era el protector rojo que se colocó como base. Por ello se dejó así, y hasta hoy, pero eso sí, hay que repasarlo de forma continua.