El urbanismo de Brasilia
Brasilia, la capital administrativa de Brasil es una creación reciente. Fue el presidente brasileño Kubitschek quien decidió construirla en el interior del país, para equilibrar el territorio y paliar el desequilibrio respecto a la costa. Y para ello le encargó el proyecto urbanístico de la nueva ciudad a dos arquitectos de renombre. Uno de ellos fue Oscar Niemeyer, autor también de algunos de los edificios más insignes de la urbe como la gran catedral de Brasilia. Y el otro fue Lucio Costa, claro seguido de la arquitectura de Le Corbusier.
De hecho, obras como Unidad Habitación de Le Corbusier o los planteamientos teóricos de la Bauhaus, son las que inspiran el racionalismo en el diseño de esta ciudad, donde se han de acumular un elevado número de edificios públicos, y donde todo ha de tener un carácter muy funcional.
De este modo la base del plano de Brasilia son dos grandes ejes que se cruzan en ángulo recto. Hasta aquí nada nuevo, ya que ese era ya el germen de las ciudades romanas donde se cortaban en perpendicular el cardo y el decumanus. Sin embargo, en Brasilia el eje más largo de los dos que forman esa cruz, en este caso es curvo. Eso le da un carácter más abierto a la urbanización.
Una urbanización en ese largo eje curvo que tiene características muy específicas, como que se haya superbloques residenciales que se van agrupando de cuatro en cuatro. Estas agrupaciones se van distribuyendo en los dos lados del gran eje por el que ha de transitar la circulación, uniendo así todo.
Mientras que el otro eje, de trazado más corto y también recto, recuerda por ejemplo las ampliaciones de París que diseñó Hausmann. Y es que se trata de una parte de la ciudad donde es más importante la escenografía, ya que allí están los grandes monumentos públicos de Brasilia, como el Palacio Presidencial o la plaza de los Tres Poderes.
Y como suele ocurrir en todas las ciudades creadas en las últimas décadas o en las ampliaciones urbanísticas que se han hecho, en Brasilia se tuvieron en cuenta ciertos factores, como la peatonalización, así como la presencia de amplias zonas verdes. Todo ello son elementos propios de la concepción organicista de la ciudad. O sea, concebirlas como seres vivos, en las que se ha de tener en cuenta los desplazamientos de sus habitantes, y los distintos medios de transporte, o sea, habiendo una escala para el peatón y otra para los transportes públicos.
No obstante, cuando se contempla la ciudad de Brasilia, también se puede apreciar que no solo se concibió para sus habitantes, sino también para impresionar a sus visitantes, ya que aquí todo es grandilocuente. Tanto que parece imposible que llegue a ser posible la integración del ser humano, y en realidad se transmite una idea de aislamiento deshumanizado.