La Torre Willis en Chicago
Chicago en Illinois y a orillas del gigantesco Lago Michigan, siempre ha sido una de las más importantes ciudades de Estados Unidos. De hecho, hoy es la tercera más poblada, solo tras Nueva York y Los Ángeles. Y ese desarrollo ha tenido una manifestación muy clara desde hace décadas en su destacada arquitectura.
Incluso aquí se dio la influyente Escuela de Chicago con edificios del calibre del Rookery Building o las más bellas obras de Louis Sullivan como sus Almacenes Carson. Y ya posteriormente las calles de Chicago se poblaron de grandes rascacielos como la Torre John Hancock Center, la Tribune Tower, la Torre Trump, el Wrigley Building, o la más antigua de todas, la Water Tower.
No obstante, más alta que ninguna de las anteriores es la Torre Willis, cuyo nombre original y también el más popular entre los habitantes de Chicago es Torre Sears. Se trata de un edificio que alcanza los 442 metros de altura, lo que hizo que fuera desde su inauguración en 1973 hasta el año 1998, el rascacielos más alto del mundo. Un galardón que solo perdió al culminarse las Torre Petronas de Kuala Lumpur.
La obra fue diseñada por el arquitecto Bruce Graham y el ingeniero Fazlur Rahman Khan, quienes concibieron organizarlo todo de una forma prismática. Es decir, hay hasta nueve tubos de base cuadrada que se elevan a diferentes alturas. Unos alcanzan los 50 pisos, otros los 66 o los 90. Y los dos más altos se elevan hasta la planta 108. Son como edificios independientes, pero que se van apoyando unos en otros. Todo un prodigio técnico que se levantó en apenas dos años de obras.
Una de las razones de crear este sistema fue crear un edificio resistente a los habituales vientos de Chicago. Por eso, si nos subimos a su famoso Skydeck, en el piso 103, veremos como todo el edificio se mueve con el viento, se flexibiliza para ser capaz de resistir a su empuje. ¿Qué es el Skydeck? Es una atracción turística en la Torre Willis que consiste en un despacho acristalado por todos sus lados, incluido el suelo, que está colgado del piso 103 del edificio, de manera que uno siente de forma vertiginosa toda la altura de la construcción.
El edificio es de un atractivo indudable. En primer lugar por los juegos de retroceso de sus fachadas modulares que se generan en altura. Y en segundo por la superficie oscura de sus vidrios tintados en color bronce y el tono negro del aluminio anonizado que le sirve de estructura. Ese aluminio solo aparece en estas fachadas de vidrio, ya que la estructura constructiva es básicamente de acero.