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Mausoleo de Augusto

Publicado por A. Cerra

Mausoleo de Augusto

Augusto, el primer emperador que tuvo Roma, empezó a construir su mausoleo siendo un treintañero. Era el año 28 antes de Cristo y todavía faltaba mucho tiempo para su muerte, algo que no ocurrió hasta el 14 después de Cristo. Ni siquiera había sido nombrado todavía emperador. Sin embargo, era como si supiera que estaba destinado a dejar una huella indeleble en la ciudad.

Lo cierto es que el mausoleo nació con vocación de ser un grandioso monumento, y para ello Augusto se inspiró en la tumba de Alejandro Magno. De manera que al regresar vencedor en su batalla de Actium contra Marco Antonio, decidió construir la tumba circular más grande que conservamos de la Antigüedad, un grandioso mausoleo con un diámetro de casi 90 metros en su base y una altura que pudo alcanzar los 45 metros.

La construcción del mausoleo no fue una tarea fácil. Se necesitó una gran cantidad de mano de obra y recursos para llevar a cabo este ambicioso proyecto. La ubicación elegida para el mausoleo también fue estratégica. Se situó en la orilla norte del río Tíber, en una zona que en aquel entonces estaba en las afueras de la ciudad, pero que con el tiempo se convirtió en el corazón de la Roma imperial.

Su aspecto actual está bien distinto al original, ya que exteriormente se perdieron todos los elementos que lo adornaban, así como ya no están los dos obeliscos que flanqueaban la entrada o el mármol travertino que recubría todo el edificio. Y es que esta fastuosa tumba fue el lugar donde se depositaron las cenizas de gran parte de la dinastía imperial julio-claudia. Es decir, que no solo fueron enterrado aquí los restos César Augusto, también estuvieron las cenizas de su esposa Livia, Tiberio, Marcelo y así hasta Nerva, el último emperador enterrado aquí. Ya que los siguientes, como Adriano o Trajano, decidieron depositar sus restos en otros lugares, en el vecino Castillo de Sant’Angelo el primero y en la bella Columna Trajana el segundo.

Pero antes de ellos, la familia más poderosa de Roma fue enterrada en este mausoleo donde había todo un entramado de cámaras y estancias, dispuestas en una secuencia de círculos concéntricos. Sin embargo, aquella construcción fue transformándose con el paso de los siglos. Sirvió como fortaleza, como espacio para espectáculos con animales, también fue un jardín y hasta un pequeño viñedo. Pero sobre todo fue una fabulosa cantera de mármol para abastecer a otras construcciones. De ahí que su aspecto se totalmente distinto al que fascinó en su época, donde quedó descrito por algunos de los mejore poetas latinos del Imperio.

El caso es que el abandono fue progresivo en las últimas décadas, de hecho se había hecho un intento de recuperación por parte de Benito Mussolini, pero aquello no llegó a buen término. De manera que ha llegado hasta nuestros días en un estado francamente lamentable. Sin embargo, a lo largo de los últimos años se ha procedido a una concienzuda rehabilitación, que no le ha devuelto su esplendor original, pero al menos lo ha limpiado, ha consolidado las ruinas y se ha conseguido que sea visitable. Esta restauración ha permitido que el mausoleo de Augusto vuelva a ser un punto de referencia en la ciudad de Roma, un lugar que nos recuerda la grandeza del primer emperador de Roma y su deseo de dejar un legado perdurable.