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Monasterio de la Encarnación, Madrid

Publicado por Laura Prieto Fernández

Resulta innegable la relación existente entre la monarquía española y la iglesia a lo largo de la historia de hecho, los reyes españoles fueron los que tradicionalmente mayor unión encontraron con el clero defendiendo el cristianismo y como salvaguarda de la fe cristiana. Ejemplo de ello resulta edificios como el que aquí nos ocupa, un monasterio enclavado en la capital, Madrid, que se fundó por orden de la reina Margarita, esposa de Felipe III. Situado en las inmediaciones del alcázar y conectado con éste con un pasadizo secreto por orden expresa de la reina – la monarca pretendía entrar y salir del monasterio en cualquier momento sin tener que salir a la calle- el edificio se convirtió junto con el también monasterio de las Descalzas Reales en uno de los edificios más destacados del barroco madrileño.

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La obra fue levantada a principios del siglo XVII entre los años 1611 y 1616 por lo que podemos encuadrarla en el primer barroco, un barroco muy ligado a autores españoles que mantienen una gran influencia en la concepción estilística del momento. De esta manera en el Real Monasterio de la Encarnación aún se deja ver la impronta del estilo herreriano, estilo que el arquitecto Juan de Herrera consolidó en el Monasterio del Escorial y que influirá notablemente en obras posteriores como la que aquí nos ocupa.

Según la tradición el monasterio fue mandado construir por la reina Margarita para conmemorar la expulsión de los moriscos de la capital, una de las medidas más controvertidas tomadas por su esposo. La reina que mantenía buenas relaciones con las monjas del Monasterio de San Agustín de Valladolid donde había vivido al menos seis años, hizo que viniesen directamente las monjas desde allí para habitar la nueva construcción.

Durante muchos años se pensó que la obra había sido realizada por el arquitecto Gómez de Mora pero investigaciones más recientes aseguran que el arquitecto del proyecto fue Fray Alberto de la Madre de Dios aunque no se descarta la hipótesis de que la obra fuese empezada por Gómez de Mora y continuada por Fray Alberto debido a que su estilo artístico era muy parecido al del anterior. Al exterior nos encontramos con un edificio de aspecto clasicista que poco tiene que ver con las formas barrocas y mucho con la tradición herreriana; en la fachada encontramos líneas clásicas y un pequeño patio que sirve de antesala a la entrada del convento. La portada principal consta de tres cuerpos superpuestos con sencillos vanos rectangulares que permiten la iluminación interior y un pórtico de acceso a través de tres arcos de medio punto, muy parecido a la fachada que Mora había diseñado en el Convento de San José en Ávila.

El interior se encuentra hoy muy distorsionado con respecto a su planteamiento original, en el siglo XVIII el edificio sufrió un grave incendio que obligó a realizar múltiples reformas; éstas fueron llevadas a cabo por Ventura Rodríguez que junto con otros arquitectos y pintores neoclasicistas, otorgaron al edificio un nuevo y mejorado aspecto con mármoles y jaspes que decoraban el interior del templo.