Palacio Monasterio de Mafra
Este monasterio de Portugal se construyó con el impulso del rey Joao V, tras una promesa que hizo el monarca si su esposa María Ana de Austria quedaba embarazada. De este modo la construcción de la Basílica – Monasterio comenzó en 1711, tras el nacimiento de su hija.
Si bien el proyecto original sufrió infinidad de cambios, casi todos tendentes a un mayor tamaño, y el resultado final fue un vasto complejo civil y religioso, ya que junto a las dependencias monacales o la iglesia, se construyeron estancias administrativas y por supuesto las habitaciones para el rey y su familia. En total 40.000 metros cuadrados edificados.
Todas las obras las dirigió el arquitecto italo-alemán Joao Frederico Ludwig, quién durante 15 años llevó las obras con 45.000 obreros a su cargo, más otros 7.000 soldados que se ocuparon de la vigilancia. Hasta 1730 no se consagró la Basílica, y para el remate final de todo el conjunto aún se tardaron varios años más.
Hoy en día las estancias de los religiosos ya no están ocupadas por monjes, sino que fueron transformadas como instalaciones militares.
Los historiadores del arte ven muchos parecidos en la disposición interna del Palacio – Monasterio de Zafra con la distribución existente en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, en tierras españolas.
Todo el conjunto se puede dividir en dos áreas diferentes. Una primera, y la más importante, en el entorno de la gran fachada principal. Allí está el palacio real, la basílica (que es el verdadero eje de todo), los dos claustros interiores, el Salón de Actos, la enfermería, la Sala Capitular y la Capilla de Campo Santo.
Mientras que la otra parte sería la zona posterior, donde se hallaban las antiguas dependencias monásticas, con hasta 800 habitaciones más sus salas de cocinas y almacenes, los jardines, y la reconocidísima Biblioteca. Esta Biblioteca de Mafra cuenta con unos 38.000 volúmenes, lo que la convierte en una de las colecciones monásticas más importantes del mundo.
Toda la fachada principal tiene en el centro la Basílica, concebida casi como elemento independiente y con una altura desproporcionada respecto al resto, sobre todo por sus dos torres gemelas de 68 metros. Y en los extremos de esta fachada principal se encuentras dos torreones macizos y prismáticos de tres alturas. Estos torreones se corresponden con el frente del palacio real, dividido en Ala de la Reina y Ala del Rey, cuyos propietarios en realidad ocupaban tan solo la tercera planta.
Respecto a la Basílica, está considerada como una de las obras más magníficas del Barroco portugués. Especialmente por la cúpula de su cimborrio, un elemento que necesitó dos años de obras para él solo. Y respecto al interior del templo, se trata de una iglesia de enorme riqueza, sobre todo por su Altar Mayor y las decoradas capillas laterales.