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Monumento de Walhalla

Publicado por A. Cerra

Walhalla de Leo von Klenze

Leo von Klenze (1784 – 1864) es posiblemente el mejor arquitecto europeo del Neoclasicismo. O al menos es el más estricto en sus planteamientos académicos inspirados en la arquitectura clásica, especialmente en la de la Antigua Grecia. Lo podemos ver en todas sus grandes obras como la Gliptoteca de Múnich o en este impresionante templo de Walhalla, a las afueras de la ciudad de Ratisbona.

Lo cierto es que la Walhalla es prácticamente una réplica germánica de cómo debió ser el Partenón de Atenas. Era tal la veneración de este arquitecto hacia el templo de la Acrópolis y tan increíble su conocimiento del arte clásico, entre sus muchos encargos, destaca que se le llegó a pedir que dirigiera el plan de renovación de la ciudad de Atenas.

En el Walhalla nos presenta una construcción de orden dórico, con sus 52 columnas, su escalinata, su frontón, sus triglifos y sus metopas. Todo tal cual los cánones clásicos. Pero la diferencia es que este templo, cuyo nombre alude al Olimpo de la mitología nórdica, se dedica a homenajear a los grandes hombres de cultura y la historia de Alemania.

En su interior están los bustos de grandes hombres que vivieron a lo largo de los últimos dos milenios. Semejante idea se le ocurrió a Luis I de Baviera cuando era un veinteañero, en un momento en el que la identidad de los pueblos germánicos estaba muy dañada tras las derrotas sufridas frente a Napoleón. No obstante, el proyecto tardó en llevarse a cabo, y no se comenzó hasta 1830 y todavía se alargó más la inauguración que no llegó hasta 1842.

Hay que tener en cuenta que en ese momento Alemania no existía como tal. Es cierto que había una identidad pan-germánica, pero los territorios eran independientes, y de ellos los más poderosos eran Prusia y Baviera. Los estaban de acuerdo en llevar a cabo una obra como esta, sin embargo los enfoques eran distintos. Mientras que los prusianos abogaban por un estilo neogótico por ser más identificativo de la historia de esta zona de Europa, los bávaros con Luis I a la cabeza eran más partidarios de recrear el arte griego, por su belleza y armonía,. Y no solo eso, el propio Klenze decía que era el arte perfecto y que el hecho de que lo hubieran creado los griegos era algo circunstancial y casi casual, porque al ser perfecto debía pertenecer a todo el mundo, y por supuesto los alemanes se podían identificar plenamente con él.

Si bien lo más importante era el interior, el homenaje a los grandes alemanes, o más bien germano parlantes. Ese era el único requisito, ser grandes personalidades que hubieran desarrollado su vida hablando alemán, independientemente de su lugar de nacimiento. Por eso hay bustos de grandes hombres como Kepler, Mozart o Erasmo de Rotterdam. Y por cierto una vez que se acabó había 160 bustos. A los cuales en los últimos tiempos se le han ido añadiendo más de una treintena entre los que hay personajes como Einstein e incluso resistentes antinazis.