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Templo de Diana en Mérida

Publicado por Laura Prieto Fernández

La expansión del imperio romano tuvo numerosas consecuencias y una de ellas fue el hecho de que tanto su religión como su arte acabase dominando las provincias que conquistaban, un fenómeno que se ha conocido con el nombre de romanización. Fruto de esa romanización hoy podemos encontrar en lugares tan alejados como España o Francia restos de construcciones romanas; de hecho, la obra que hoy analizamos es uno de los edificios religiosos que mejor han llegado hasta nuestros días, el templo de Diana en Mérida, España.

Mérida, fue una importante ciudad romana conocida por aquel entonces como Emérita Augusta que se fundó con el fin de asentar a los soldados que habían combatido durante las largas guerras cántabras y acabó siendo la capital de Lusitania. Allí en el foro se levantó el edificio religioso de época romana que mejor ha llegado hasta nuestros días, un templo que tradicionalmente se ha atribuido a Diana y sin embargo, investigaciones más recientes parecen indicar que la construcción no estaba dedicada a la diosa Diana sino más bien al culto del imperio.

Parece ser que el edificio fue levantado durante el mandato de César Augusto, en torno al siglo I a.C. Al igual que todos los templos romanos, éste tiene su origen en las construcciones griegas, por lo que estaríamos hablando de un templo que no fue creado para albergar a los fieles, ya que la mayoría de las celebraciones se realizaban en el exterior. Está construido en piedra de granito y parece ser que todo el conjunto estaba rodeado por una galería subterránea que se ha conocido como criptopórtico así como dos estanques en las inmediaciones de la construcción.

Nos encontramos ante un templo de planta rectangular rodeado con columnas, es decir, períptero, y hexástilo puesto que en uno de los lados cortos del rectángulo nos encontramos con seis columnas a modo de pórtico que se orientaba hacia el foro de la ciudad y que permitía el acceso al templo a través de una escalinata. Las columnas estaban revestidas de un estuco rojizo que pretendía imitar al mármol; su basa era ática, el fuste con acanaladuras de arista viva y el capitel de tipo corintio.

Sobre el pórtico que marcaba la entrada al templo nos encontramos con un frontón circular. La cella interior fue reacondicionada en el siglo XVI como el Palacio de los Corbos, hoy un centro de interpretación del patrimonio romano en Mérida.