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Torre de Longares

Publicado por A. Cerra

Torre de Longares

La región de Aragón en España atesora un buen conjunto de muestras del arte mudéjar, un estilo artístico exclusivo del territorio español y que en las provincias aragonesas de Teruel y de Zaragoza está declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO. En otras ocasiones os hemos descrito aquí varios ejemplos como la Torre de San Martín de Teruel o la iglesia de la Magdalena en la ciudad de Zaragoza.

Pues bien hoy os queremos mostrar uno de los ejemplos más singulares de todo este conjunto patrimonial. Nos referimos a la Torre de Longares, la cual se integra con sus aires moriscos a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de esa localidad zaragozana.

Ese templo es un construcción del siglo XVI, si bien antes que él habría una iglesia románica. Y entre ambas construcciones se levantó en el año 1390 la torre mudéjar. De manera que a día de hoy es lo más antiguo del conjunto, junto a viejo paño de ladrillo anexo.

A diferencia de otras construcciones en las que hoy bien se reforma el alminar de una antigua mezquita, o bien se construía una torre con el idéntico sistema interno, en el caso de la Torre de Longares es diferente.

Para empezar su aspecto externo transmite su distribución interna, la cual es de seis estancias en altura, cubiertas con bóvedas de cañón en paralelo a la nave de la iglesia y la unión entre ellas se hace mediante unas escaleras en ángulo. Además originalmente se podía acceder a la torre por dos vías. A la planta más baja se entraba desde la calle, y en la segunda se creó una puerta en alto para la que habría una escalera. Una estructura muy militar. A lo que se suman las almenas de su parte más alta y la terraza que da unas buenas vistas del entorno y que sirve para colocar una torrecilla octogonal.

No obstante, lo más artístico del conjunto es su aspecto exterior. La torre es de planta cuadrada y se construyó íntegramente de ladrillo. Ninguna de las cuatro caras traslada hacia fuera la estructura interna. De hecho, las fachadas de la torre se organizan en tres cuerpos bien marcados gracias a las impostas horizontales en las que se juega con ladrillos, azulejos y también piedra.

El cuerpo más bajo es ciego y hasta en talud, dado la impresión de ser una robusta base. El cuerpo intermedio también son muros de ladrillos, pero en este caso hay dos pequeños vanos, muy estrechos y altos.

Pero el último cuerpo es el más llamativo en cualquier de sus cuatro caras. En todas se abre una ventana con dos arcos apuntados, y esa apertura queda enmarcada por resaltes de ladrillo que forman lazos y cartelas. A lo cual se añade la cerámica en tres colores: blanca, azul y verde que lanza una decoración en forma de espigas o flechas, según se quiera entender. Pero de cualquier manera de gran belleza, sobre todo cuando la luz del sol incide en los azulejos y la torre parece brillar.