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Torre Latinoamericana

Publicado por A. Cerra

Torre Latinoamericana

En la actualidad, la Torre Latinoamericana en Ciudad de México ya no es el edificio más alto de la ciudad, ni del país. Hace años que sus 182 metros y sus 44 metros fueron superados, sin embargo el valor arquitectónico de este rascacielos es de lo más destacado entre las construcciones contemporáneas de la capital mexicana.

Y eso se debe a que su construcción entre los años 1948 y 1956 fueron todo un hito de la arquitectura. En aquella época se convirtió en el edificio más alto fuera de los Estados Unidos. Sin duda se había inspirado en otras construcciones del vecino del norte, en especial en el Empire State Building, pero sus méritos van más allá de las dimensiones.

El arquitecto Augusto H. Álvarez secundado por su colega Alfonso González Palladas, así como el ingeniero Leonardo Zeevaert idearon un proyecto pionero. En primer lugar por su enorme recubrimiento de las fachadas a base de aluminio y vidrio. Pero la obra merecer estar en los tratados de historia de la arquitectura, porque sus creadores diseñaron una portentosa estructura capaz de resistir terremotos de enorme fuerza.

La actividad sísmica en el territorio mexicano es extraordinariamente fuerte, y aquí se dan terremotos de terrible gravedad cada cierto tiempo. De hecho, al año siguiente de la inauguración, el edificio ya tuvo que soportar el terremoto del verano de 1957 que tuvo una intensidad 7,7 en la escala Richter. Un seísmo que dejó graves daños en muchos lugares y edificios de la Ciudad de México. Como muestra basta con nombrar que la escultura que está en la parte más alta del Ángel de la Independencia se vino abajo, y este monumento se halla muy cerca de la propia torre.

Y con el paso de las décadas, la Torre Latinoamericana ha resistido otros seísmos todavía más fuertes, superiores a una magnitud 8. Siempre ha aguantado esos embates de la naturaleza gracias a la cimentación de la obra. Hay que tener en cuenta el subsuelo pantanoso donde se levanta CDMX, así que se diseñaron más de 360 pilotes hundidos a unos 33 metros de profundidad. Esos pilotes son los responsables de que la cimentación de hormigón de alguna manera flote y sea inmune a los movimientos sísmicos. Parece mentira, pero ese sistema permite aguantar una obra cuyo peso supera las 24.000 toneladas y cuya estructura es todo un entramado rígido de acero.

En definitiva una maravilla de la arquitectura contemporánea que ha creado escuela, ya que se han usado esquemas semejantes para la construcción de grandes edificios en otras áreas de intensa actividad sísmica del planeta.