Empire State Building
Cuando se acabó este edificio en Nueva York en el año 1931 se convirtió con sus 381 metros de altura en la construcción más alta del mundo. Y de alguna forma fue la máxima expresión del momento histórico en el que se proyectó por los arquitectos Shreve, Lamb y Harmon. Un momento del periodo de entreguerras, en el que el país había superado el crack económico de 1929 y reinaba de nuevo el optimismo en la sociedad norteamericana.
Por otra parte también hay que entenderlo en su contexto urbanístico, ya que el crecimiento urbano que estaba experimentando Nueva York hacia que el suelo fuera escaso y los edificios cada vez tenían que ser más altos. De hecho, el Empire State Building alcanza los 102 pisos, de manera que también superaba la que hasta entonces era la construcción más alta, el cercano Edificio Chrysler de 319 metros, construido tan solo un año antes.
Semejante construcción supuso todo un reto, y no hay más que repasar algunas de sus dimensiones para valorarlo. En total, pesa unas 365.000 toneladas, y en su construcción se emplearon 10 millones de ladrillos sobre una estructura de acero remachado de 59.000 toneladas.
También hay que destacar que el Empire State Building cuenta con 62 ascensores, algo imprescindible para semejante altura, y que era uno de los muchos avances tecnológicos que se necesitaban para hacer habitables estos rascacielos, al igual que se avanzó en esas décadas en otros aspectos de la habitabilidad como la calefacción, la iluminación o la ventilación. Sin olvidar avances técnicos imprescindibles en nuevas técnicas de construcción como los cálculos para las cimentaciones, la excavación mecánica o la protección contra los incendios. No obstante, lo cierto es que durante unos cuantos años el Empire State Building permaneció vacío.
Sorprende saber que solo se tardaron 410 días en construirlo. Y es que aquí trabajaron hasta 3.500 obreros, a un ritmo en el que eran capaces de levantar unos cuatro pisos y medio por semana.
Estéticamente el edificio es de una sobriedad total, plasmando en su apariencia la funcionalidad a la que estaba destinado, ya que principalmente se concibió como un edificio de oficinas. No obstante, hay algunos elementos ornamentales que se corresponden con el art decó que por aquellos años era el más pujante y moderno.
La base del edificio consta de cinco pisos que ocupan por completo el solar. A partir de ahí se eleva la torre, que en su parte final es escalonada, disminuyendo la anchura. Hasta llegar al mástil que tiene 16 pisos en altura.
Toda la torre plantea sus volúmenes y líneas a partir de las necesidades de ventilación e iluminación de su interior. Y está revestida en toda su altura por placas de piedra caliza gris con bandas de aluminio intercaladas. Y en ella se abren 6.500 ventanas, unidas entre sí por largas bandas verticales de aluminio y acero inoxidable.
En fin, un símbolo de Nueva York, donde fue el edificio más alto del mundo hasta la construcción en 1973 de las tristemente recordadas Torres Gemelas del World Trade Center.